QUIEN LE TEME A PIERRE BOURDIEU

¿Quién le teme a Bourdieu?


Cartesiano de vieja estirpe, Pierre Bourdieu cree que el mundo se beneficiaría si en él reinara la lógica de la vida intelectual. Tres sociólogos argentinos debatieron con El Arca la novedad e importancia de las ideas del pensador francés.

RICARDO MATIENZO
Siempre se ha dicho que un signo inconfundible de la vivacidad de una cultura es el debate de ideas. Francia nunca necesitó que se le recordara esta verdad. Sus intelectuales protagonizaron a lo largo de la historia más de un célebre duelo ideológico y contribuyeron de ese modo a construir una muy sólida y saludable imagen de su pensamiento en el mundo. Pero es cierto que, desde hace un tiempo, se extrañaba en ese país una confrontación de alta temperatura, un choque más sanguíneo, que sacudiera esa atmósfera algo light que varios autores de la posmodernidad han instalado en los últimos años en la discusión de temas fundamentales de la época. Ese choque, exponiendo diferencias que ya existían pero que no se ventilaban públicamente, se produjo. Y tirios y troyanos coinciden en señalar que el personaje que más ha contribuido a restablecer ese aire revitalizador de la polémica es Pierre Bourdieu, un sociólogo de setenta años de edad y cuarenta de producción teórica, cuyo rostro, de expresión hosca y reconcentrada, y siempre asomando por encima de una camisa con el cuello desabrochado, hace recordar a uno de esos “duros” de los policiales franceses de la década del cincuenta o, en una versión local, a un doble de Herminio Iglesias súbitamente atacado por un halo de inteligencia e impavidez. Desde las agitadas épocas en que Jean Paul Sartre seducía con sus discursos el corazón de los estudiantes de la mítica revuelta de París del ’68, ningún pensador francés de gran prestigio había causado hasta ahora tanto revuelo ni concentrado tantas furias de los intelectuales que comparten las ideas del establishment, quienes se sintieron muy descolocados por las críticas puntuales de este académico al que su impresionante producción teórica y aura simbólica lo han convertido en un opinante digno del mayor de los respetos. “Creo que todo el mundo saldría ganando si la lógica de la vida intelectual, la de la argumentación y la refutación, se extendiera a la vida pública”, decía hace poco tiempo en uno de sus artículos Bourdieu. Y eso es, ni más ni menos, lo que este sociólogo ha intentado hacer en su etapa más reciente: extender a un espacio más amplio que el académico esa lógica de la argumentación y la refutación, excluida por el discurso neoliberal del razonamiento cotidiano de los intelectuales y también de los ciudadanos comunes. Y demostrar mediante esa lógica que la triunfante homogeneidad instaurada por ese discurso no es un pasaporte a la eternidad. De los varios caminos elegidos para cumplir con ese objetivo –entre ellos el de participar junto a los obreros franceses en distintas movilizaciones a partir de 1995–, Bourdieu dio particular importancia a la publicación y difusión a bajo precio de varios libros suyos dedicados a asuntos específicos: Sobre la televisión, La dominación masculina o Contrafuegos, este último una recopilación de varias de sus conferencias en el extranjero, intervenciones en huelgas o entrevistas que mantuvo con el periodismo. Esos textos se vendieron en Francia como pan caliente entre un público cada vez más deseoso de escuchar reflexiones cuestionadoras de la banalidad reinante. Sobre la televisión colocó de entrada 120.000 ejemplares, una cifra más que significativa en este tiempo.En esos trabajos, el sociólogo dispara sin anestesia contra blancos muy concretos: la televisión, el periodismo y la política, la precariedad laboral, la desconfianza que despiertan las elites tecnocráticas, el desprestigio de los políticos, la explotación ilimitada como utopía del liberalismo, el intelectual negativo, la discriminación a los extranjeros, la mundialización y el exterminio del Estado social, etcétera. Y aunque algunos especialistas –que no proceden siempre de las filas de quienes se sienten aludidos por las críticas– han acusado a Bourdieu de no aportar las suficientes pruebas en apoyo a lo que afirma (al contrario de lo que sucede en el resto de su vasta obra teórica, que está apoyada por una investigación exhaustiva de campo), la objeción no parece demasiado atendible pues se trata de textos de divulgación, como el propio autor ha admitido, que por lo demás están fundamentados en argumentaciones muy sólidas.Por fortuna, la magnitud de la repercusión de Bourdieu ha trascendido las fronteras de su nación. Sus libros se han difundido a muchos países, logrando que su nombre se haga cada vez más conocido, especialmente en el ámbito académico, pero también fuera de él. Un buen ejemplo de esa irradiación fue la reciente teleconferencia que, con la intervención de este pensador, se organizó desde París para América latina y que se transmitió a Buenos Aires, Córdoba y Santiago de Chile. La reunión tuvo buena repercusión de público en los tres lugares y fue reflejada en los diarios. Y se emitió luego en diferido en otras ciudades de la Argentina. En un intento de reconstruir, aunque sea sólo en parte, las opiniones que merece la figura de Bourdieu y el alcance de su difusión en el país, El Arca entrevistó a tres destacados sociólogos argentinos (Lucas Rubinich, Alicia Gutiérrez y Carlos Mangone) y les formuló distintas preguntas, algunas de ellas comunes. Los dos primeros participaron, junto al Centro Cultural Ricardo Rojas y la Universidad de Córdoba aquí y a Franck Poupeau en París, de la organización de la teleconferencia.

Bourdieu y su contribución al restablecimiento de ese aire revitalizador de la polémica.


Karl Marx(1818-1883)
Max Weber(1864-1920)
Emile Durkheim(1858-1917)
Cuarenta librosGutiérrez, traductora de Intelectuales, Política y Poder (Eudeba), hizo el siguiente diagnóstico sobre el porqué de la difusión de Bourdieu: “Me parece importante señalar como factor primordial de ese fenómeno la propia obra de Bourdieu: más de cuarenta libros escritos –algunos de ellos con otros autores– y una enorme cantidad de artículos publicados en distintos medios. A esto hay que añadir el gran éxito editorial del libro La miseria del mundo, que se vendía hasta en los supermercados. Esta obra colectiva, realizada bajo su dirección y recientemente traducida al español, estuvo destinada a darle la palabra a aquellos que casi nunca tuvieron una oportunidad, a quienes viven y sufren angustiados por sus condiciones de existencia: jóvenes de barrios marginales, pequeños agricultores, trabajadores sociales que, estando fuertemente impactados por las contradicciones sociales, viven esas condiciones bajo la forma de dramas personales. Con la solidez de su construcción teórica como fundamento, pero, a la vez, bajo la forma de un relato ameno y accesible a un público más amplio que el académico, esas pequeñas historias, a la vez individuales y colectivas, subjetivas y sociales, llegaron a personas que compartían, por su propia posición social, esas mismas angustias y sufrimientos, y fueron incluso puestas en escena, con gran éxito de público.”Según la docente de Córdoba, este trabajo es clave para entender la difusión del pensamiento de Bourdieu a un sector no académico. “En su Post-scriptum, Bourdieu recuerda que lo que en el mundo social se ha hecho –agrega Gutiérrez– puede deshacerse y obliga a los investigadores de ese mundo social a desentrañar todo tipo de mecanismo de dominación y a hacerlo conocer, bajo pena de ser acusado de ‘no asistencia a persona en peligro’. Queda establecida así, se podría decir que ‘sin pelos en la lengua’, una postura ética y política en relación con los productores de conocimiento social que ya había quedado plasmada en innumerables intervenciones públicas, más ‘visibles’ y conocidas a partir de 1995, año en que surge, con su participación activa, la organización Raisons d’agir. Por supuesto, se podrían señalar otros factores que contribuyeron a su conocimiento, como el alto nivel de traducción de sus obras o las polémicas explícitas o implícitas con otros autores, pero aquel libro me parece clave.” Mangone, por su parte, que es docente de Teoría de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), sostiene que la entrada de Bourdieu en la Argentina tiene dos líneas principales. La primera de ellas está representada por las obras relacionadas con el ámbito educativo, sobre todo La reproducción. Este libro, publicado en 1970 y traducido en 1977, es uno de los más polémicos de Bourdieu. “Lo que pasa es que la dictadura suspendió la reflexión sobre algunos libros, que luego fueron retomados de 1983 en adelante. La reproducción es una fuerte crítica a la institución educativa como aseguradora de una ideología dominante. Frente a los planteos tradicionales que ven al sistema educativo como un espacio neutral, o a la idea gramsciana que lo ubica como un lugar donde se podría dar y ganar una lucha que ayude a avanzar en el proceso de alfabetización y concientización política, Bourdieu sostiene un punto de vista reproductivista, al que algunos acusan de tener un aire althusseriano, casi funcionalista. El dice que el sistema tiene una cohesión muy fuerte: clasifica los talentos, discrimina de alguna manera las inteligencias, y por lo tanto deja muy poco espacio para las estrategias de transformación. Este es un Bourdieu que los cientistas de la educación han discutido fuertemente.”La otra vía de entrada, según Mangone, fue en alguna medida anterior a la primera, pero desarrollada posteriormente. Es el análisis que hace del campo literario, artístico, académico y periodístico. “Este caso es muy interesante porque Bourdieu, al analizar cierta autonomía relativa que tienen los campos, ataca lo que podríamos llamar cierto ilusionismo de neutralidad. Una noción fundamental de Bourdieu es la teoría del campo. Un libro extraordinario en relación a este tema es Las reglas del arte, en el que trata el tema de las vanguardias, de los novelistas franceses del siglo XlX, y afirma que, a pesar de cierta autonomía relativa, la actividad artística está circunscrita a los márgenes del campo. Por eso termina siendo un poco pesimista en cuanto a los cambios. Esos son, a grandes rasgos, los dos grandes canales de ingreso e instalación de Bourdieu en la Universidad, a lo que habría que agregar obviamente la inclusión en el ciclo básico común de su obra sobre la sociología del lenguaje o la difusión que se hace a través de revistas como Punto de Vista.”Luego hay una última instalación de Bourdieu, que Mangone relaciona con sus textos más recientes: “Está vinculada a cierta postura de participación activa contra la destrucción del Estado social y a su crítica a los medios masivos de comunicación como uno de los apoyos ideológicos en los que se ha basado esa desarticulación, lo que denominamos la opresión simbólica.” Entre otros trabajos para destacar del sociólogo francés, Mangone señala también El oficio del sociólogo, La distinción (un estudio complejo y muy esclarecedor de los consumos culturales en Francia), Mitosociología (un libro “en el que criticaba las mistificaciones de ciertos intelectuales que creaban un problema para convertirse en especialistas en explicarlo”) y sobre todo Homus academicus, que no está traducido y del que la revista Causas y azares, en la que participó Mangone hasta su desaparición, publicó unas veinte páginas en castellano. “Es un libro muy interesante porque analiza cómo se mueven los docentes, los adjuntos, los titulares, los asociados y las ‘castas’ en el ámbito universitario de su país. Acá éste es un espacio todavía muy poco analizado, el de las propias determinaciones reproductivistas de la Universidad. Antes del 60 y hasta el 70, la Universidad era una cosa. Ahora estamos en presencia de un fenómeno distinto. Estamos frente a una Universidad de la que vive mucha gente, muy predispuesta a evaluar sus logros, pero no su funcionamiento, sus determinaciones burocrático-académicas.”Lucas Rubinich, que fue director de la carrera de Sociología entre 1998 y el 2000 y hoy es titular de la materia Sociología General, coincide con Mangone en la importancia de Homus Academicus: “Allí las categorías que nosotros siempre tratamos de pensar para otros grupos sociales, se aplican a nuestro propio grupo de pertenencia. Cultivar la autorreflexión no es sencillo. Somos bichos sociales, productos de un sistema de relaciones. Vivimos además en una institución y no solemos tener conciencia de los propios condicionamientos. Además, hay un elemento que talla fuerte en la cuestión de la alta cultura, de la actividad universitaria: es una cierta sacralización de la propia voz, la voz de lo cultural y lo científico. De ahí que sea tan interesante la propuesta de Bourdieu que, recuperando las grandes tradiciones sociológicas, rechaza como abstracta y mágica la categoría del ‘creador increado’. Como cualquier otro bicho social, los intelectuales, científicos o artistas son productos histórico-culturales.”“Desde fines de los años cincuenta hasta hoy –agrega Rubinich– él se ha dedicado a estudiar la dominación, se verifique ella en las relaciones de parentesco entre los grupos tribales argelinos, en la vida cotidiana, la escuela pública, la Universidad o la alta cultura. La de Bourdieu ha sido una investigación sociológica clásica, que ahora trata de llevar a sectores más amplios que el académico, consciente de que se vive un tiempo donde imperan y dominan ideas profundamente contradictorias con la tradición de la teoría social de Marx, Weber o Durkheim. Esas ideas, las de la ‘acción social no condicionada’, son muy reduccionistas, pero están vivas en el pensamiento económico neoliberal, que como se sabe es el pensamiento hegemónico y se traslada a otros campos de la vida social.”Respecto de la producción teórica de Bourdieu, Alicia Gutiérrez afirma por su parte: “Antes de Las reglas del arte –el libro a partir del cual Anagrama adquirió el monopolio de las traducciones en español de los trabajos más recientes de Bourdieu– existen muchas otras obras y artículos importantes, que es difícil comentar brevemente. Entre esos libros elegiría La distinción, publicada en español por Taurus, donde Bourdieu realiza un impresionante análisis de los criterios y bases sociales del gusto (en todos los dominios de la práctica) en la sociedad francesa. Y creo que merece también un especial lugar, aunque esto es estrictamente personal, El sentido práctico, una sólida crítica a las posiciones objetivistas y subjetivistas y una valiosa argumentación –fundada en análisis empíricos– en torno al concepto de habitus, una herramienta fundamental para superar esa falsa dicotomía. Ese concepto alude a sistemas de percepción, apreciación y acción, que permiten entender las prácticas como estrategias ‘razonables’, sin ser el producto de un cálculo racional, orientadas objetivamente, y sin ser el resultado de la acción mecánica de fuerzas exteriores.” ¿Marxista o weberiano?En el punto relacionado con las críticas que sostienen una supuesta merma de cientificidad en los últimos trabajos de Bourdieu, Gutiérrez afirma: “Me parecen, por lo menos, ingenuas. Los textos que componen el libro Sobre la televisión son, en lo fundamental, transcripciones de dos programas de televisión realizados en marzo de 1996 para tratar de ir más allá de los límites de la audiencia normal de un curso del Collége de France. Allí se describen, ‘en forma sucinta, pues un análisis profundo y sistemático habría exigido mucho más tiempo’, afirma Bourdieu, ‘los diferentes mecanismos con los que la televisión pone en serio peligro las distintas esferas de producción cultural.’ Contrafuegos, por su parte, es un conjunto de textos, en su mayoría inéditos, destinados ‘a proporcionar armas útiles a quienes se empeñan en resistir el azote neoliberal’, dice él mismo. Se trata de declaraciones dirigidas a un público más amplio que el académico, realizadas en contextos de producción y difusión especiales –debates o movilizaciones–, y redactadas en un lenguaje más accesible, que prescinde de la especial retórica de los escritos para pares. Pero, no creo que produzcan una merma de cientificidad. ¿O es que cada vez que Bourdieu hable explícita o implícitamente de violencia simbólica tiene que volver a citar a Durkheim y Mauss, Marx o Weber?” Rubinich añade que el libro sobre la televisión le parece un excelente trabajo de sociología que analiza la tiranía del sentido común en ese medio. Y coincide con Gutiérrez en que ese y otros textos de divulgación de Bourdieu se fundamentan en ideas y conceptos clave cuya construcción, matices y riqueza han sido explicitados en otra parte de su obra. Para Mangone lo importante de esos libros no radica tanto en las cosas que dice Bourdieu –que tal vez puedan encontrarse en otros ensayos sobre el tema– como en el hecho de que las diga él, que tiene un enorme prestigio.”Gutiérrez menciona a Durkheim, Marx, Weber. ¿Cómo se podría definir a Bourdieu? ¿Como un marxista, como un weberiano, como un durkheimiano? “Parafraseando a Bourdieu –contesta Gutiérrez– podríamos decir que él construyó su teoría con Marx y contra Marx, con Weber y contra Weber, con Durkheim y contra Durkheim. Toma de ellos ideas fundamentales, pero también se distancia y elabora una teoría original de lo social y de las condiciones de posibilidad del conocimiento. Pero, esos no son sus únicos referentes. Y en ese sentido es interesante leer el artículo Entre filosofía y sociología: las raíces de Bourdieu, de Loïc Wacquant, que es muy esclarecedor al respecto.” Mangone no sostiene algo muy distinto: “El caso de Bourdieu es curioso. Fuertemente crítico del funcionalismo americano y de formación weberiana, tiene también influencia del marxismo, del que usa más el léxico que las categorías. En mi opinión, él termina produciendo la aplicación de un programa marxista más allá de la letra marxista y cuando muchos marxistas terminan siendo funcionalistas. En varios reportajes de estos últimos años ha dicho que cuando toda Francia en el campo de la sociología era marxista, él se declaraba weberiano; ahora, que todos son weberianos, él dice que es marxista. Es una actitud provocativa, pero muestra las dos grandes líneas de su formación.”



"Parafraseando a Bourdieu, podríamosdecir que él construyósu teoría con Marx ycontra Marx, con Weber y contra Weber, con Durkheim y contra Durkheim."
Alicia Gutiérrez.
Gutiérrez: Una obra para darles la palabra a los que casi nunca tuvieron una oportunidad.
"Creo que todo el mundo saldría ganando si la lógica de la vida intelectual, lade la argumentación y la refutación, se extendiera a la vida pública." Pierre Bourdieu.





Rubinich: Bourdieu "rechaza como abstracta y mágica la categoría del ‘creador increado’".
Postura éticaNo cabe duda de que la mayor difusión de las ideas de Bourdieu en el país ha contribuido aquí, aunque seguramente con menor intensidad que en Francia, a estimular el debate sobre ciertas ideas. Gutiérrez afirma que, además de los conceptos que brinda a los profesionales para guiarse de una manera más adecuada en las investigaciones y hacer una lectura más cercana a la realidad social, esa difusión ha aportado otra cosa: “Una postura ética y políticamente clara y valiosa: la defensa de las grandes conquistas sociales de la historia y la lucha por la imposición de una manera de ver el mundo diferente, que sostiene la defensa de las víctimas de la dominación en todas sus dimensiones y que se funda en un proceso de creación colectiva capaz de ofrecer la utopía realista que no pueden –o no quieren– proporcionar otras instancias de la acción política.”Para Rubinich, las ideas de Bourdieu han ayudado a reforzar la batalla contra la trivial monotonía impuesta por el no cuestionamiento, por el sentido común. “La aceptación más o menos resignada de ciertas formas de pensamiento y de ciertas estructuras socioecónomicas se ha trasladado a las propias miradas de las ciencias sociales. Y, en realidad, la sociología, como cualquier otra disciplina, tiene una responsabilidad pública, que a nosotros nos pega fuerte porque nos viene de la Reforma Universitaria de 1918. Una responsabilidad que no se reduce al apoyo técnico a las poblaciones, sino que debería expresarse en la preocupación por crear espacios para difundir ideas sobre la sociedad, que no son las que dominan en las instituciones y los medios de comunicación. Esto con Bourdieu queda muy claro.”“Es cierto que pelear contra el sentido común en sociología no es fácil –comenta Rubinich–. Si uno ve el estado de esa disciplina en la Argentina se encuentra que para eso es necesario lo que Bourdieu reclama militantemente: la existencia de una autonomía en el mundo intelectual, que fue una conquista histórica que ya tiene dos siglos, y que ha posibilitado que ya no se dependa de reyes, del poder económico. Una autonomía que es relativa pero que permite que aparezcan discursos que se pregunten por el poder y no sólo que trabajen para el poder. Preguntas tan importantes como: ¿cómo se produce la desigualdad social en la Argentina?, ¿qué expectativas hay en los grupos sociales y cómo algunas se frustran?, ¿por qué había grupos sociales que estaban habilitados para pensar en el mundo y hoy no lo están?, ¿persiste la idea de la movilidad ascendente en el país?, ¿qué factores naturalizaron en la sociedad la idea de un individualismo competitivo generador de la desigualdad social? Esas y tantas otras que se podrían formular si hubiera autonomía en el campo científico. La sociología argentina se hizo grandes preguntas cuando aprendió a interrogarse sobre las preocupaciones que interesaban a la sociedad. Y tuvo también grandes respuestas en Gino Germani, Juan Carlos Portantiero y otros sociólogos. Pero, como dijimos, las preguntas respondían a la agenda propia de la sociedad, no a los condicionamientos impuestos por la temática que interesa a los organismos financieros internacionales o a la necesidad de incorporarse a algún nicho académico internacional.”Respecto de esas limitaciones que se interponen en el camino de las buenas preguntas que la sociología debería formularse para reaproximarse a la problemática real de los argentinos, Rubinich recuerda una frase de Bourdieu que dice: “Los intelectuales deben sus goces más puros al olvido de las condiciones que los produjeron como tales.” Sus goces y también, habría que agregar, sus sombras.
"Mangone: "El termina aplicando un programa marxista más allá de la letra marxista".