Monday, September 26, 2005

GARCIA CANCLINI






Entrevista con Néstor García Canclini
Por Michael Thoss

Michael Thoss: ¿Qué tipo de lecturas y qué factores son los que pueden, hoy en día, descifrar una ciudad como México, una megalópolis del sur?
Nestor García Canclini: Existen muchas lecturas de la ciudad de México.Por ejemplo, hay posibilidad de pensar en una ciudad vista por los sociólogos, como si uno fuera por las autopistas captando los grandes trazos, las avenidas principales, las grandes tendencias del desarrollo urbano; algo semejante sería lo que hacen los urbanistas. En cambio, los antropólogos suelen quedarse en el barrio, a veces, en una sola calle y demorarse en las peculiaridades interculturales, en los distintos modos de afirmar identidades y de construir imaginarios. Por otro lado, los especialistas en comunicación masiva suelen mirar la ciudad como desde un avión, como si trataran de reconstruir el conjunto de esas redes, en gran parte invisibles, que nos ponen en relación dentro de la ciudad, y a la ciudad con la nación y con el mundo. Diferentes sectores sociales los situamos dentro de la ciudad de maneras distintas. Una megalópolis como la ciudad de México tiene una historia de siete siglos. Desde antes de que llegaran los colonizadores españoles, ya había una ciudad que se llamaba Tenochtitlán y sobre la cual se edificó en parte destruyendo, y en parte utilizando las mismas estructuras, una ciudad colonial. Luego se desarrolló en el entorno, una cuidad más moderna y más recientemente, una ciudad industrial, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX. Siguió una ciudad que podemos llamar postindustrial, de servicios de televisión, de empresas transnacionales mexicanas como Televisa, o también de otros países, como Hewlett-Packard que están instaladas en la Ciudad de México. Estas diferentes ciudades no se sustituyeron una a la otra sino que coexisten armando un tejido híbrido y complejo, que de hecho, los habitantes compartimos en sus distintas temporalidades cada día. De manera que uno puede elegir una de estas temporalidades, puede (..) tratar de entretejer estas distintas lecturas y escuchar lo que actores muy diferentes nos dicen sobre la ciudad. Por ejemplo, en una investigación que hicimos sobre las representaciones que hacen los que viajan por la cuidad de México, encontramos que son muy distintas las percepciones y comprensiones de los taxistas, de las madres que llevan niños a la escuela, de los policías de tránsito, de los repartidores de alimentos, de los estudiantes que viven lejos de sus escuelas o universidades o de los mendigos. No es posible elegir una o dos de estas lecturas como las más válidas, ni tampoco, es fácil combinar tantas lecturas; de algún modo, el esfuerzo con que tratamos de comprender la ciudad es escuchando esa diversidad de discursos e imaginar, junto con los factores sociales, como coexiste esta diversidad.
M.T.: Qué tipo de compartimentos o estratificaciones sociales suelen coexistir dentro de un mismo barrio en México D.F.?
N. G-C.: Existen algunos barrios con un perfil económico y sociocultural distinto, por ejemplo, Las Palmas o Santa Fe. Son barrios construidos, el primero a mediados del siglo XX, y el segundo, durante las últimas décadas, y que han segregado a la población popular e incluso a los sectores medios. Hay otros barrios o zonas mucho mayores, por ejemplo, un barrio como Iztapalapa que tiene casi tres millones de habitantes y que reúne preferente sectores populares y a veces de clase muy baja, pero en general, la mayor parte de la Ciudad de México entremezcla sus sectores sociales. Uno puede pasar en pocas calles de la clase alta a la clase baja, de un mercado popular a boutiques sofisticadas, de zonas más seguras a otras peligrosas. En este sentido el urbanismo de la Ciudad de México, como el de otras ciudades latinoamericanas es distinto del urbanismo de los Estados Unidos, y en parte del europeo, pero sobre todo del de las ciudades de Estados Unidos. Éste muestra una fragmentación multicultural en donde se adjudican territorios claramente diferenciados para cada etnia, los norteamericanos en un barrio, los chicanos en otro, o los puertorriqueños en lugares diferentes. En Ciudad de México hay algunas zonas con preferente habitación de emigrantes, como los oaxaqueños, o los chiapanecos, pero en general hay un entreveramiento, un entremezclamiento…
M.T.: ¿Cómo funciona esta interculturalidad para que sea más que la multiculturalidad que encontramos en EE.UU?
N. G-C.: Funciona de un modo muy complejo, porque yo diría que funciona con más capacidad de convivencia que muchas otras ciudades que han sido estructuradas parecidas, o que aquellas que internamente oponen unas etnias a otras. En México ha habido un proyecto nacional desde comienzos del siglo XX, que surgió inmediatamente después de la revolución y que trató de construir, a veces con violencia e imposición, una sociedad nacional cohesionada. En estos últimos años, con las luchas indígenas, de movimientos sociales urbanos y de jóvenes de estudiantes, ha habido afirmaciones fuertes de las diferencias e intentos sociales y políticos de lograr reconocimiento para esas diferencias. En alguna medida se han logrado éxitos, sobre todo en los últimos años. Desde mediados de la década del noventa, los habitantes de la ciudad de México podemos elegir nuestros propios gobernantes, porque antes, como en muchas otras capitales, el gobernador de la ciudad era elegido por el presidente del país, ahora elegimos a nuestro jefe de gobierno de la ciudad y también a cada jefe de las 16 delegaciones en que está divida la Ciudad de México. Elegimos la cámara de diputados, de representantes de la población y esto ha creado un poco más de participación, no toda la deseable como para exponer el funcionamiento de este sistema, pero sin duda, ahora hay mayores posibilidades de control sobre la gestión pública.
M.T.: ¿Y esta interculturalidad se refleja en los resultados electorales?
N. G-C.: Sí, porque de hecho, los tres partidos principales tienen una distribución de votos relativamente equitativa, pero con predominio del PRD (Partido de la Revolución Democrática), que es el partido de centro-izquierda, con una participación más alta que los otros dos grandes partidos que son el PRI (Partido de la Revolución Institucional) y el PAN (Partido de Acción Nacional). El PAN, a su vez, tiene la presidencia de la nación, de manera que la presidencia del país y la del gobierno de la ciudad ya están expresando una diferencia política, que en cierto modo también es cultura política. Por supuesto, esa heterogeneidad se aprecia también en la composición del parlamento, del congreso de la Ciudad de México, e inclusive en las identidades de las diferentes delegaciones dentro de la ciudad. Es decir, en esta ciudad de 16 delegaciones distintas, no todos los jefes de delegación pertenecen al mismo partido.
M.T.: ¿Hay una participación de los indígenas en el proceso político de México
D.F.? ¿Juegan ellos en el contexto urbano algún papel de importancia?
N. G-C.: Hay que decir que los indígenas en la Ciudad de México son minoría como población reconocidamente indígena, a discusión sobre las cifras. Me parece que las estimaciones más confiables son las que hablan de un medio millón de indígenas, aproximadamente. Toda la Ciudad de México, el Distrito Federal, propiamente dicho, tiene más o menos ocho millones y medio de habitantes y el entorno metropolitano, el conjunto de los veintisiete municipios asociados al Distrito Federal, tiene otros diez millones y medio más de habitantes. En todo este conjunto, los indígenas sólo llegan al medio millón aproximadamente; pero la presencia indígena se manifiesta de muchas otras maneras. Por una parte, como herencia histórica, la importancia del Templo Mayor y de otros emblemas históricos y monumentos, son presencias todavía muy reconocidas en la vida urbana contemporánea. Por otra parte, con la frecuente llegada de manifestaciones sociales y políticas de provincias indígenas, como se vio notoriamente cuando los zapatistas realizaron la marcha indígena, que no fue sólo realizada por zapatistas, sino que sumó indígenas de otros estados y llegaron a la Ciudad de México para reclamar una ley que les diera autonomía en sus territorios. Luego ha habido un reconocimiento hasta en el discurso oficial, aún cuando esto es bastante contradictorio con los actos del gobierno y del parlamento. Pero sí, hay múltiples manifestaciones del reconocimiento a los indígenas. De hecho, los indígenas no están sólo en los estados con alta población indígena, sino esparcidos por todo el país. Llegan hasta la frontera norte donde no hay una fuerte tradición de grupos indígenas, porque eran más bien nómades, pero después han llegado grandes conjuntos poblacionales que suben del centro del país y que se han instalado también en el norte. De manera que el indígena forma también parte del modo de pensar el espacio en las ciudades, de habitarla: en la construcción de casas, en los gustos alimenticios o en la vestimenta, aunque México es una ciudad predominantemente moderna e integrada a la globalización tiene fuertes marcas de esta herencia histórica.
M.T.: Ahora que estás aquí en Berlín, ¿cuáles son para ti las diferencias más flagrantes entre las dos ciudades? ¿Verías en México D.F. de algún modo la continuidad o el fracaso de una visión urbana de la modernidad del hecho que se dio por algún tiempo, de tomar la ciudad europea como un modelo a seguir en algunas ciudades de América Latina?
N. G-C.: Sintéticamente diría que hay ciertas coincidencias. Las dos ciudades son muy multiculturales. Son en parte ciudades de frontera, aunque en sentidos distintos. Berlín es una ciudad que está situada entre la parte occidental y la oriental de Europa, y aunque Ciudad de México está a dos mil kilómetros geográficos de la frontera con América del Norte, es una ciudad que tiene una relación muy intensa con los Estados Unidos. De la Ciudad de México sale la mayor parte de los emigrantes mexicanos que van a los Estados Unidos, más que de otras regiones de México. Por otro lado, hay una gran cantidad de mensajes y de material simbólico que llega de Estados Unidos, y también de otros países de América. En Ciudad de México hay muchos inmigrantes centroamericanos y sudamericanos que hemos venido de otros países latinoamericanos y vivimos la Ciudad de México e interactuamos por lo tanto con la cultura mexicana. Algo similar podría verse que ocurre en Berlín. Pero hay diferencias también muy fuertes entre las dos ciudades, porque se ubican en proyectos nacionales muy distintos y en historias de conflictos sociales e interculturales muy diferentes, pero sobre eso hablaremos más detenidamente en octubre.