Monday, August 15, 2005

Sociedad de la información

Una conversación con Manuel Castells, sobre globalización y la Sociedad de la Información"La sociedad red ya existe, no es el futuro"
Carlos F. Chamorro
La trilogía de Manuel Castells sobre la Sociedad de la Información ("La Sociedad Red", "El Poder de la Identidad" y "Fin de Milenio"), ha sido comparada por algunos comentaristas con las obras de Marx y Weber. A Castells, tales comparaciones le parecen "exageradas y sin sentido".
Sin embargo, el sociólogo catalán radicado desde hace unos veinte años en la Universidad de California, en Berkeley, admite que puede haber un paralelismo, no una comparación, en el intento de entender en su conjunto la dinámica de las relaciones entre economía, tecnología, sociedad, política y cultura, desde una perspectiva histórica y a la vez global.
"No hay gente suficientemente loca para meterse en esa andadura", dice Castells, aludiendo al viaje intelectual que durante más de doce años lo llevó a investigar en los nuevos centros neurálgicos de varios continentes hasta producir una obra enciclopédica, que recién acaba de publicar Siglo XXI para los lectores latinoamericanos.
A diferencia de otros estudios sobre globalización que centran su énfasis en uno u otro eje particular, la investigación de Castells se propone abarcar todo. Quizá demasiado, dicen sus críticos. Para el autor, la envergadura de su obra, en parte, está asociada a su propia biografía personal: exiliado de España a los veinte años, participante en la revuelta de Mayo 68, en Francia, expulsado de ese país a los 26 años por sus actividades políticas, profesor e investigador con vínculos estrechos en Europa, Asia y América Latina, además conocedor de la ex Unión Soviética y casado con una intelectual rusa, y observador cercano, desde Berkeley, de la revolución tecnológica que se lleva a cabo en el Silicon Valley de California. Toda esa experiencia de vida le ha permitido acumular informaciones desde distintas perspectivas "para intentar ofrecer una visión de conjunto, pero a la vez empírica del mundo en su proceso de transformación".
El Wall Street Journal describió a Castells como "el primer gran filósofo del ciberespacio", y reportó que su obra está siendo leída con sumo interés en los centros de innovación tecnológica de la nueva economía, que Castells describe ampliamente en sus libros.
A principios de este año, Castells asistió como invitado al Foro Económico Internacional de Davos. A propósito de sus opiniones sobre el destino del capitalismo global, iniciamos esta conversación.
Me gustaría conocer su apreciación en torno al debate actual sobre la demanda de regulación de los flujos de capitales a nivel mundial. Mucho se mencionan los efectos indeseables de la globalización, pero pareciera que hay mucha resistencia a la regulación de los capitales. ¿Por qué?
En primer lugar, existe el reconocimiento de los efectos nocivos de una circulación totalmente libre de capitales en la economía mundial, pero por otro lado, las propuestas realistas que se han hecho por países, gobiernos y empresas que podrían aplicarlas, se limitan en realidad a aumentar la transparencia de la información, a incrementar la aplicabilidad de las leyes de bancarrota en distintos países, y a aumentar también la publicidad de los sistemas de contabilidad de empresas y de mercados financieros. En el fondo, se trata más bien de facilitar la circulación de capitales y propiciar mayor transparencia de los mecanismos públicos de regulación. Por tanto, más que tratar de regular, es ir más allá en la desregulación.
Lo que se propone, entonces, es una desregulación más transparente…
Exacto. Una desregulación más informada y con menos riesgos para los inversores. Se insiste mucho en la responsabilidad de bancos y gobiernos de otros países para que los inversores puedan recuperar su dinero en casos de crisis. Se está planteando también la idea de una mayor capacidad de intervención del Fondo Monetario Internacional con acciones preventivas y paquetes de préstamos ligados a políticas de ajuste, y en el fondo ligados a una menor regulación por parte de los gobiernos.

¿Qué consecuencias acarrearía esto para los llamados mercados emergentes, que han sido las principales víctimas de la movilidad del capital?
Ese tipo de no regulación, o de transparencia informativa, permite una integración de los mercados emergentes mucho más selectiva y limitada de lo que hasta ahora conocemos. Además de que no abordan el problema de la regulación, no habrá regulación por una razón muy sencilla, sólo puede haber regulación de flujos internacionales si hay un acuerdo global. Es impensable que unos países regulen y otros no, porque la movilidad de capitales en estos momentos hace que los mismos puedan circular electrónicamente entre distintas economías.
Por tanto, sólo bajo una condición, que las principales economías del mundo se pusieran de acuerdo en, por ejemplo, poner un depósito o una tasa de impuesto Tobin a las transacciones financieras por la acción especulativa, sólo en este caso se podría aplicar. Y hay formas de aplicarlo.
No es tecnológicamente imposible regular. Es complicado por la velocidad de los circuitos financieros, pero existen fórmulas electrónicas para poder realmente tasar cierto tipo de transacciones si todo mundo las acepta.
Aquí el problema fundamental es que de todas maneras Estados Unidos, y por tanto el Fondo Monetario Internacional, que está directísimamente controlado por Estados Unidos, no acepta la regulación y no está dispuesto a basarse en esta vía.

Desde esa lógica, ¿cuáles son las prescripciones que ellos proponen para enfrentar las crisis regionales, como las que han estallado en los países asiáticos, Rusia o Brasil?
Intentar prevenirlas con acciones del Fondo Monetario Internacional que sea como una especie de sistema de vigilancia financiera y monetaria global, y que cuando un país esté a punto de entrar en un proceso que le parece peligroso al FMI, darle una advertencia y llamarlo a la disciplina económica.
Si acepta la disciplina económica, entonces facilitarle un crédito de ajuste; si no la acepta, declararlo país peligroso, y, por tanto, se genera una huida de capital.
En este sentido las tendencias que se están manifestando no son hacia la regulación por los gobiernos nacionales, sino tendencias de los mecanismos globales —como el Fondo Monetario Internacional— a controlar las políticas de regulación de los estados nacionales. Es decir, se va en un sentido inverso al del control por los gobiernos nacionales sobre los flujos globales.

En los últimos años se asegura que existe una crisis del paradigma neoliberal, y algunos afirman que ya estamos en una etapa de posneoliberalismo. ¿Cuál es su opinión?
Si hablamos en términos sociales y políticos, yo creo que sí hay una crisis del neoliberalismo, por los efectos perniciosos de una globalización incontrolada y de un desarrollo tecnológico que está claramente sesgado en términos sociales hacia los grupos más educados en los países más avanzados. En esos términos se está produciendo una reacción social y política a veces con tonos progresistas —los zapatistas, en México—, a veces con tonos mucho más complicados, como son los movimientos fundamentalistas en buena parte del mundo. Hay un rechazo creciente a nivel mundial, social, político y cultural hacia el control del conjunto de las sociedades por flujos globales de capital y tecnología.
En lo que no estoy de acuerdo es en que haya una crisis económica. Desde el punto del crecimiento de los capitales —que es el nuevo tipo de medida en estos momentos, no tanto la tasa de ganancia como el aumento del valor del capital—, la situación es distinta. Las empresas de Internet, cuyas acciones suben cada día, tienen pocas ganancias, pero su capital se incrementa en gran medida, simplemente por la revalorización en los mercados financieros, por la expectativa de futuras ganancias.
Lo que está ocurriendo es que hay un nuevo tipo de economía con altísima productividad. No es simplemente economía especulativa, con una gran movilidad de capital y asignación de recursos muy articulada a nivel mundial, y que aumenta o encoge sus flujos de inversión según las oportunidades o los peligros de la economía mundial.
Entonces, los grandes inversores globales no han perdido grandes capitales en la crisis asiática y han sido ampliamente compensados. Cierto, las empresas coreanas o indonesias y los trabajadores de esos países han sufrido de forma considerable, Brasil está sufriendo mucho, pero el sistema de circulación de capital a escala global y dentro de la economía mundial, Estados Unidos, están absolutamente dinámicos y tienen fuerza para continuar con ese dinamismo.

Y las políticas de desregulación que han impulsado gobiernos como Estados Unidos son consistentes con ese tipo de economía…
Totalmente consistentes, y, además, van muy bien. Desde el punto de vista de la economía de Estados Unidos, es la más brillante y boyante que ha habido en muchos años. Es cierto que las acciones de Internet pueden bajar. Pueden bajar porque están a niveles estratosféricos. No pueden seguir duplicando o triplicando el valor cada año.
Pero de todas maneras la economía americana está en una de las épocas doradas, y no va a haber crisis global o catastrófica de la economía americana aunque en algunos momentos haya un ajuste en el mercado. En ese sentido, no hay crisis del capitalismo global, al contrario, hay un desarrollo cada vez más dinámico del capitalismo global y al mismo tiempo cada vez más excluyente de muchas zonas del mundo y con crisis cada vez más violentas, pero crisis que no afectan la economía y el sistema en su centro, sino que afectan a las sociedades y a las políticas.
Los "agujeros negros" de la globalización
La otra cara de la moneda descrita en su libro es el surgimiento del "Cuarto Mundo". ¿Qué salida existe, si hay alguna, de esos "agujeros negros" —como los llama usted— del capitalismo "informacional"?
Desde el punto de vista estrictamente económico y tecnológico, no. La capacidad del sistema actual de funcionar en redes, que conectan todo lo que lo que vale y desconectan lo que no vale o deja de tener valor desde el punto de vista del sistema, hace que se pueda prescindir de grandes segmentos de la sociedad y de grandes áreas del planeta.
A nadie le interesa en este momento la mayor parte de lo que ocurre en Africa, en la medida en que la gente no tiene valor ni como productores ni como consumidores, y más bien son un problema, y si desaparecieran, desde el punto de vista del sistema, sería más positivo. Ahora bien, lo que yo considero una utopía neoliberal es pensar que un planeta puede funcionar con un sistema altamente dinámico, pero altamente segmentado, excluyendo como mínimo a un 40% de la población del planeta.
Recuerde que un 40% de personas malviven con menos de dos dólares por día en estos momentos. Y también lo que muestro en mis análisis es que ha habido en los últimos diez años un aumento extraordinario de la desigualdad social, la pobreza, la exclusión social, a nivel del planeta en su conjunto, y en la mayor parte de países, incluido Estados Unidos.

¿Dónde reside el vínculo entre esa exacerbación de la polarización y de la pobreza y el desarrollo tecnológico?
Porque en la medida en que la creación de valor depende cada vez más de la capacidad de procesamiento de información y de la capacidad de la infraestructura tecnológica para ese procesamiento de información, entonces la desigualdad en educación, en recursos tecnológicos y en recursos culturales educativos, que es la mayor desigualdad que hay en el planeta, amplifica las desigualdades sociales. En cierto modo, lo que ocurrió tradicionalmente en el intercambio desigual entre las materias primas y los productos manufacturados ahora se ha extendido al intercambio entre cualquier tipo de productos agrícolas, manufacturados, etc., y los productos "informacionales".
La capacidad "informacional" es producir cualquier cosa. Como esta capacidad "informacional" está concentrada en sectores de la sociedad y en ciertos países, y se difunde mucho más lentamente que lo que se difunde en las redes planetarias de capital y de tecnología, entonces la desigualdad educacional se transforma en desigualdad y exclusión social

En ese contexto de flujos de capitales y tecnología que sobrepasan la capacidad del Estado, usted sostiene que el Estado está perdiendo poder y autonomía pero que mantiene una influencia importante. ¿Existe un espacio para que los Estados puedan desarrollar políticas públicas significativas?
Los Estados han dejado de ser soberanos, por muchas declaraciones que hagan. Los Estados no tienen por sí mismos, ni grandes ni pequeños, capacidad de controlar los flujos globales de capital, de tecnología, los medios de comunicación o Internet. Eso no quiere decir que desaparezcan. Los Estados nacionales son constituciones históricas que representan identidades, coaliciones de intereses, proyectos nacionales y que van a seguir. Los futurólogos que predicen la desaparición del Estado, simplemente reflejan una ideología neoliberal.
Pero lo que ocurre es que los Estados en este momento, más que gobernar, su papel es navegar en ese mundo de flujos y tratar de combinar los distintos grupos de intereses que representan.
La manera en que muchos Estados se están adaptando es a través de dos procedimientos: la organización de redes interestatales y la construcción de instituciones supranacionales, que a través de alianzas de Estados puedan conseguir un mayor poder de negociación y de influencia en este mundo de flujos globales. Y, por otro lado, la descentralización regional y local que permite a entidades públicas tener mayor flexibilidad para adaptarse a estos continuos cambios de flujos de comercio, capital e información.
Hemos pasado de un Estado-Nación a lo que yo llamo un Estado-Red, que está constituido por una serie de relaciones, una red de relaciones entre los Estados- Naciones, las instituciones supranacionales, las instituciones internacionales que son distintas (hechas de alianzas de Estados y no por encima de éstos), y, por otro lado, los entes locales y regionales que también tienen su capacidad creciente de gestión. El ejercicio de la política cada vez más pasa por una continua interacción, a veces negociada a veces conflictiva, entre esos distintos niveles de instituciones estatales que forman el Estado-Red.

¿Qué tan determinante es en ese contexto la capacidad fiscal del Estado? ¿De qué fuentes va a extraer el Estado los recursos para hacer políticas públicas?
Es decisiva, y es uno de los grandes desafíos que tiene el Estado en el momento de la globalización de la economía. En la medida en que existe la posibilidad de desplazar capitales y establecer sedes de empresas en paraísos fiscales, la contabilidad interna de muchas empresas multinacionales y de muchos bancos es prácticamente imposible de controlar para muchos Estados.
Sobre todo por Estados de menor capacidad técnica o económica como son muchos Estados latinoamericanos. Entonces, sin contar la enorme cantidad de economía informal y economía criminal que por definición escapa al Estado, y sin contar los fraudes fiscales masivos que se producen en todo el mundo, hay también una incapacidad creciente de los Estados de controlar la contabilidad de las empresas.
Si a esto añadimos la estrategia directamente neoliberal de reducir la base fiscal del Estado, estamos en una situación en que a los Estados se les pide cada vez más, pero tienen cada vez menos con qué cubrir esas necesidades. Y, por consiguiente, los Estados están en una situación más bien de incitar y negociar que de decidir y ordenar.

El acceso a la información, a la educación y a la tecnología es una de las claves que están marcando las grandes diferenciaciones sociales en el mundo. ¿Existen casos exitosos de Estados que hayan impulsado políticas publicas de acceso a la tecnología y la educación, que mejoren su capacidad de negociación?
Si, está claro. Durante los últimos veinte años está el caso del Pacífico asiático. A pesar de que, en mi opinión, son ejemplos a no seguir por su autoritarismo político, sin embargo, ha habido un extraordinario desarrollo tecnológico y de recursos humanos en muchos países del Pacífico asiático que ha permitido a países que hace treinta años eran subdesarrollados, que en estos momentos puedan competir en términos tecnológicos con los grandes países mundiales.
Por otro lado, hay bastantes ejemplos europeos, sobre todo de los países escandinavos y específicamente de Finlandia, donde una política activa del gobierno ha permitido un desarrollo educativo, que ha hecho que Finlandia en estos momentos sea la primera sociedad de información del mundo, y esto ha repercutido en una enorme competitividad en las empresas finlandesas, al mismo tiempo que se ha desarrollado el estado de bienestar, la participación ciudadana y la paz social.
No es cierto que haya una inevitabilidad de la pérdida de acción del Estado, lo que sí es cierto es que Estados-Naciones que continúan funcionando como hace diez años, sin reorganizar sus políticas públicas hacia la sociedad de la información y sin contactarse con otros Estados, en un intento de control de los flujos globales, ese tipo de Estado que se mantiene simplemente en su trinchera defensiva está condenado a ser carcomido desde el interior por el crimen, por el fraude financiero, por la destrucción de la base fiscal y por la escasa competitividad de las empresas públicas.
La tecnología amplifica nuestros ángeles y demonios
Hablemos un poco de las potencialidades de lo que usted llama la sociedad-red que ha transformado las pautas de organización de la economía, la sociedad, la cultura y la política. ¿Qué potencialidades tiene este tipo de sociedad, en países que no están en la vanguardia tecnológica?
Yo creo que la sociedad red ya existe, no es el futuro. Es una sociedad que está constituida en torno a redes electrónicas de información en las que casi todo lo que es importante circula. El capital, el comercio internacional, la tecnología, las nuevas tácticas militares, los medios de comunicación, la educación..., todo está constituido en torno a estas redes electrónicas.
Estas redes son muy flexibles y permiten que circulen valores e intereses en distintos sentidos. Concretamente, la misma capacidad que tienen los mercados financieros para circular de forma constante a nivel gobal y unificar todo el capital, también la información.
Y la información a través de Internet puede ser de una ayuda extraordinaria para el desarrollo de la educación en muchos países con infraestructura educativa muy limitada. No sólo a través de la llamada educación a distancia, sino a través del reforzamiento de la capacidad de las escuelas de acceder a la información y hacia fuentes de comunicación impensables hace diez años y que, con muy poco entrenamiento, maestros de escuela pueden ser los intermediarios entre niños o adolescentes y el conocimiento de la información universal a través de Internet. También los movimientos sociales que antes eran locales, y por tanto, localistas, pueden, y lo están haciendo en estos momentos, conectarse a través de Internet, vía interactiva, intercambiar no solamente información y experiencias, sino también coordinar acciones y reivindicaciones.
De la misma forma, cuando yo señalaba a nivel político las consecuencias posibles de una mayor intervención de la sociedad civil a través de redes de información, me refiero, por ejemplo, a que el control de la opinión por parte de lo que se publica en los medios de información puede ser no sustituido, sino complementado por redes de comunicación horizontales entre ciudadanos que no tengan que pasar necesariamente por las industrias de medios de comunicación. Para esto no hace falta en países pobres como en América Latina, que todo mundo, necesariamente, tenga su ordenador en casa, puede haber centros comunitarios donde exista acceso a Internet.
Entonces, el problema no es tanto que la gente esté desconectada electrónicamente, es que una vez que esté conectada electrónicamente, ¿dónde está la cultura, la educación, y la capacidad política para poder relacionarse y obtener de esos sistemas electrónicos de información todo el beneficio que puede ser obtenido?

Su mirada hacia el siglo XXI describe una revolución en la genética y un desarrollo aún más acelerado de la economía global. ¿Es una visión más optimista en relación con lo que fue el siglo XX? ¿Qué perspectivas de salida existen frente a los grandes problemas que usted ha identificado en su investigación?
Francamente no lo sé, porque como usted sabe bien, habiendo leído el libro no hago ningún tipo de prospectiva. Soy muy duro en esto porque mi libro está basado en datos y en el análisis de esos datos. Lo que ocurre es que al final de mil 500 páginas, en la última página me permití escribir tres párrafos sobre el futuro, y son los que todo mundo cita.
Pero en realidad, todos los elementos están ahí para que se siga desarrollando la revolución genética y se convierta en la gran revolución tecnológica. De hecho ya estamos en ella. Ya podemos clonar células y órganos humanos, en buena medida, ya estamos a punto de terminar el mapa del genoma humano, por tanto, somos capaces ya, cada vez más, de manipular la materia viva, lo cual plantea toda clase de cuestiones no sólo éticas sino también políticas. Recuerde que recientemente una compañía farmacéutica suiza ha comprado el conjunto del genoma humano de Islandia por medio de una ley aprobada por el Parlamento islandés, porque al ser una sociedad relativamente aislada es uno de los genomas humanos más puros, y, por tanto, se va a poder experimentar toda clase de nuevos medicamentos de alteración genética en situación mucho mejor que en otros países.
Este es uno de los múltiples ejemplos que se pueden señalar.
Estamos no al final, sino al principio de una extraordinaria revolución tecnológica tanto en la comunicación como en la reproducción de bases electrónicas, el procesamiento de información, como en la manipulación de la materia viva.
¿Qué consecuencias tiene esto? El tema general es que dada nuestra enorme capacidad tecnológica como especie en estos momentos, cualquier efecto de lo que ocurra en nuestros valores y nuestras instituciones se amplifica extraordinariamente con esta capacidad tecnológica.
Una sociedad igualitaria, democrática, dispuesta a corregir problemas tiene enormes posibilidades de hacerlo. Una sociedad absolutamente individualista, ferozmente competitiva, despectiva de la preservación de la naturaleza e indiferente ante la miseria humana, se puede convertir en una sociedad absolutamente implacable, despiadada y destructora de nosotros mismos. O sea, que nuestros ángeles y nuestros demonios se amplifican en muchos grados.

Su visión se diferencia marcadamente de lo que estamos acostumbrados a escuchar de los futurólogos, o los profetas de tecnología. La visión de aquéllos ha sido más optimista…
Lo fundamental es que se puede demostrar que la tecnología es un instrumento de la sociedad, mientras que los futurólogos en general parten de la tecnología y deducen la sociedad a partir de la tecnología. Entonces, como la tecnología es extraordinaria, la sociedad deberá ser extraordinaria. Pero en realidad la tecnología es extraordinaria porque aumenta nuestra capacidad, pero aumentar la capacidad de un organismo enfermo implica crear patologías sociales.
En concreto, los dos temas que usted me señala, la economía criminal global seguirá expandiéndose, incluso creciendo geométricamente, en la medida en que, por ejemplo, las sociedades sigan enfermas en términos de sus valores, aumentará el consumo de drogas. Aumentará a nivel mundial, y en casos como Estados Unidos, pese a la represión tremenda se mantendrá en el mismo nivel. Mientras haya una demanda de drogas habrá una economía de drogas, mientras no haya legalización de droga habrá economía criminal, y como hay economía criminal habrá reinversión de esta economía criminal, y, por consiguiente, seguirá la penetración de Estados e instituciones financieras en todo el mundo porque hay que proteger.
Con respecto a lo que llamo "agujeros negros", en la medida en que las redes electrónicas permiten conectar lo que vale y desconectar lo que no vale y el sistema sigue funcionando, no hay ninguna razón propiamente técnica o económica para gastar dinero en desarrollar las zonas subdesarrolladas en las que no se puede obtener ganancias, cuando por otro lado invirtiendo en Internet se puede duplicar o triplicar el capital cada año. Por eso los límites de este sistema no son económicos o tecnológicos, son límites externos a esa dinámica, son límites sociales y políticos.
Límites políticos que están en sí mismos limitados por la deslegitimación creciente de las instituciones del Estado. Lo que está ocurriendo es la generación de explosiones o sociales o bien, movimientos sociales que, hoy por hoy, son los únicos límites a ese sistema altamente dinámico y creativo, pero al mismo tiempo altamente excluyente y destructivo.