Monday, September 26, 2005

GARCIA CANCLINI






Entrevista con Néstor García Canclini
Por Michael Thoss

Michael Thoss: ¿Qué tipo de lecturas y qué factores son los que pueden, hoy en día, descifrar una ciudad como México, una megalópolis del sur?
Nestor García Canclini: Existen muchas lecturas de la ciudad de México.Por ejemplo, hay posibilidad de pensar en una ciudad vista por los sociólogos, como si uno fuera por las autopistas captando los grandes trazos, las avenidas principales, las grandes tendencias del desarrollo urbano; algo semejante sería lo que hacen los urbanistas. En cambio, los antropólogos suelen quedarse en el barrio, a veces, en una sola calle y demorarse en las peculiaridades interculturales, en los distintos modos de afirmar identidades y de construir imaginarios. Por otro lado, los especialistas en comunicación masiva suelen mirar la ciudad como desde un avión, como si trataran de reconstruir el conjunto de esas redes, en gran parte invisibles, que nos ponen en relación dentro de la ciudad, y a la ciudad con la nación y con el mundo. Diferentes sectores sociales los situamos dentro de la ciudad de maneras distintas. Una megalópolis como la ciudad de México tiene una historia de siete siglos. Desde antes de que llegaran los colonizadores españoles, ya había una ciudad que se llamaba Tenochtitlán y sobre la cual se edificó en parte destruyendo, y en parte utilizando las mismas estructuras, una ciudad colonial. Luego se desarrolló en el entorno, una cuidad más moderna y más recientemente, una ciudad industrial, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX. Siguió una ciudad que podemos llamar postindustrial, de servicios de televisión, de empresas transnacionales mexicanas como Televisa, o también de otros países, como Hewlett-Packard que están instaladas en la Ciudad de México. Estas diferentes ciudades no se sustituyeron una a la otra sino que coexisten armando un tejido híbrido y complejo, que de hecho, los habitantes compartimos en sus distintas temporalidades cada día. De manera que uno puede elegir una de estas temporalidades, puede (..) tratar de entretejer estas distintas lecturas y escuchar lo que actores muy diferentes nos dicen sobre la ciudad. Por ejemplo, en una investigación que hicimos sobre las representaciones que hacen los que viajan por la cuidad de México, encontramos que son muy distintas las percepciones y comprensiones de los taxistas, de las madres que llevan niños a la escuela, de los policías de tránsito, de los repartidores de alimentos, de los estudiantes que viven lejos de sus escuelas o universidades o de los mendigos. No es posible elegir una o dos de estas lecturas como las más válidas, ni tampoco, es fácil combinar tantas lecturas; de algún modo, el esfuerzo con que tratamos de comprender la ciudad es escuchando esa diversidad de discursos e imaginar, junto con los factores sociales, como coexiste esta diversidad.
M.T.: Qué tipo de compartimentos o estratificaciones sociales suelen coexistir dentro de un mismo barrio en México D.F.?
N. G-C.: Existen algunos barrios con un perfil económico y sociocultural distinto, por ejemplo, Las Palmas o Santa Fe. Son barrios construidos, el primero a mediados del siglo XX, y el segundo, durante las últimas décadas, y que han segregado a la población popular e incluso a los sectores medios. Hay otros barrios o zonas mucho mayores, por ejemplo, un barrio como Iztapalapa que tiene casi tres millones de habitantes y que reúne preferente sectores populares y a veces de clase muy baja, pero en general, la mayor parte de la Ciudad de México entremezcla sus sectores sociales. Uno puede pasar en pocas calles de la clase alta a la clase baja, de un mercado popular a boutiques sofisticadas, de zonas más seguras a otras peligrosas. En este sentido el urbanismo de la Ciudad de México, como el de otras ciudades latinoamericanas es distinto del urbanismo de los Estados Unidos, y en parte del europeo, pero sobre todo del de las ciudades de Estados Unidos. Éste muestra una fragmentación multicultural en donde se adjudican territorios claramente diferenciados para cada etnia, los norteamericanos en un barrio, los chicanos en otro, o los puertorriqueños en lugares diferentes. En Ciudad de México hay algunas zonas con preferente habitación de emigrantes, como los oaxaqueños, o los chiapanecos, pero en general hay un entreveramiento, un entremezclamiento…
M.T.: ¿Cómo funciona esta interculturalidad para que sea más que la multiculturalidad que encontramos en EE.UU?
N. G-C.: Funciona de un modo muy complejo, porque yo diría que funciona con más capacidad de convivencia que muchas otras ciudades que han sido estructuradas parecidas, o que aquellas que internamente oponen unas etnias a otras. En México ha habido un proyecto nacional desde comienzos del siglo XX, que surgió inmediatamente después de la revolución y que trató de construir, a veces con violencia e imposición, una sociedad nacional cohesionada. En estos últimos años, con las luchas indígenas, de movimientos sociales urbanos y de jóvenes de estudiantes, ha habido afirmaciones fuertes de las diferencias e intentos sociales y políticos de lograr reconocimiento para esas diferencias. En alguna medida se han logrado éxitos, sobre todo en los últimos años. Desde mediados de la década del noventa, los habitantes de la ciudad de México podemos elegir nuestros propios gobernantes, porque antes, como en muchas otras capitales, el gobernador de la ciudad era elegido por el presidente del país, ahora elegimos a nuestro jefe de gobierno de la ciudad y también a cada jefe de las 16 delegaciones en que está divida la Ciudad de México. Elegimos la cámara de diputados, de representantes de la población y esto ha creado un poco más de participación, no toda la deseable como para exponer el funcionamiento de este sistema, pero sin duda, ahora hay mayores posibilidades de control sobre la gestión pública.
M.T.: ¿Y esta interculturalidad se refleja en los resultados electorales?
N. G-C.: Sí, porque de hecho, los tres partidos principales tienen una distribución de votos relativamente equitativa, pero con predominio del PRD (Partido de la Revolución Democrática), que es el partido de centro-izquierda, con una participación más alta que los otros dos grandes partidos que son el PRI (Partido de la Revolución Institucional) y el PAN (Partido de Acción Nacional). El PAN, a su vez, tiene la presidencia de la nación, de manera que la presidencia del país y la del gobierno de la ciudad ya están expresando una diferencia política, que en cierto modo también es cultura política. Por supuesto, esa heterogeneidad se aprecia también en la composición del parlamento, del congreso de la Ciudad de México, e inclusive en las identidades de las diferentes delegaciones dentro de la ciudad. Es decir, en esta ciudad de 16 delegaciones distintas, no todos los jefes de delegación pertenecen al mismo partido.
M.T.: ¿Hay una participación de los indígenas en el proceso político de México
D.F.? ¿Juegan ellos en el contexto urbano algún papel de importancia?
N. G-C.: Hay que decir que los indígenas en la Ciudad de México son minoría como población reconocidamente indígena, a discusión sobre las cifras. Me parece que las estimaciones más confiables son las que hablan de un medio millón de indígenas, aproximadamente. Toda la Ciudad de México, el Distrito Federal, propiamente dicho, tiene más o menos ocho millones y medio de habitantes y el entorno metropolitano, el conjunto de los veintisiete municipios asociados al Distrito Federal, tiene otros diez millones y medio más de habitantes. En todo este conjunto, los indígenas sólo llegan al medio millón aproximadamente; pero la presencia indígena se manifiesta de muchas otras maneras. Por una parte, como herencia histórica, la importancia del Templo Mayor y de otros emblemas históricos y monumentos, son presencias todavía muy reconocidas en la vida urbana contemporánea. Por otra parte, con la frecuente llegada de manifestaciones sociales y políticas de provincias indígenas, como se vio notoriamente cuando los zapatistas realizaron la marcha indígena, que no fue sólo realizada por zapatistas, sino que sumó indígenas de otros estados y llegaron a la Ciudad de México para reclamar una ley que les diera autonomía en sus territorios. Luego ha habido un reconocimiento hasta en el discurso oficial, aún cuando esto es bastante contradictorio con los actos del gobierno y del parlamento. Pero sí, hay múltiples manifestaciones del reconocimiento a los indígenas. De hecho, los indígenas no están sólo en los estados con alta población indígena, sino esparcidos por todo el país. Llegan hasta la frontera norte donde no hay una fuerte tradición de grupos indígenas, porque eran más bien nómades, pero después han llegado grandes conjuntos poblacionales que suben del centro del país y que se han instalado también en el norte. De manera que el indígena forma también parte del modo de pensar el espacio en las ciudades, de habitarla: en la construcción de casas, en los gustos alimenticios o en la vestimenta, aunque México es una ciudad predominantemente moderna e integrada a la globalización tiene fuertes marcas de esta herencia histórica.
M.T.: Ahora que estás aquí en Berlín, ¿cuáles son para ti las diferencias más flagrantes entre las dos ciudades? ¿Verías en México D.F. de algún modo la continuidad o el fracaso de una visión urbana de la modernidad del hecho que se dio por algún tiempo, de tomar la ciudad europea como un modelo a seguir en algunas ciudades de América Latina?
N. G-C.: Sintéticamente diría que hay ciertas coincidencias. Las dos ciudades son muy multiculturales. Son en parte ciudades de frontera, aunque en sentidos distintos. Berlín es una ciudad que está situada entre la parte occidental y la oriental de Europa, y aunque Ciudad de México está a dos mil kilómetros geográficos de la frontera con América del Norte, es una ciudad que tiene una relación muy intensa con los Estados Unidos. De la Ciudad de México sale la mayor parte de los emigrantes mexicanos que van a los Estados Unidos, más que de otras regiones de México. Por otro lado, hay una gran cantidad de mensajes y de material simbólico que llega de Estados Unidos, y también de otros países de América. En Ciudad de México hay muchos inmigrantes centroamericanos y sudamericanos que hemos venido de otros países latinoamericanos y vivimos la Ciudad de México e interactuamos por lo tanto con la cultura mexicana. Algo similar podría verse que ocurre en Berlín. Pero hay diferencias también muy fuertes entre las dos ciudades, porque se ubican en proyectos nacionales muy distintos y en historias de conflictos sociales e interculturales muy diferentes, pero sobre eso hablaremos más detenidamente en octubre.



Contemporaneidad
Lo que adviene
por Paul Virilio

¿Qué es, en efecto, un crimen en un país donde ya no hay ley?
Teniente Robin Hodges,
responsable británico del Sector Central de Kosovo
¿De la nación a la Ciudad-Mundo, de la geopolítica a la metropolítica? Como en las megalópolis de Norteamérica, las fronteras pasan ahora por entre las ciudades europeas. Cada barrio, cada distrito se vuelve un territorio prohibido, ocupado por una etnia extranjera a las demás, enfrentada por un edificio, por un pedazo de calle.
Territorios de repoblamiento, comparables a los de las colonias del pasado, con sus disidentes sociales expulsados de Europa –religiosos, políticos, sectarios, proletarios, presidiarios, delincuentes, prostitutas... zonas urbanas en donde el borde se vuelve masa.
Escuchemos cuando Jean de Maillard denunciaba los excesos de un “mundo sin ley”: “En Francia, los primeros fenómenos de desestabilización se remontan a los años 70, con los fraudes en el mundo del trabajo, los falsos contratos de servicios, la falta de reglamentación social...” Y agrega: “Ya para entonces sentía venir la desregulación del mundo”. Para el juez Maillard, los aviones de Ben Laden no son más que bumeranes: “Dime cuáles son tus crímenes y te diré quién eres” -el fenómeno terrorista comienza en lo cotidiano.
De hecho, esta desestabilización ordinaria nació en Europa desde la primera guerra mundial, en especial con el bloqueo marítimo infligido a Alemania por los aliados –un bloqueo que dejaría al país exsangüe, económica y moralmente, lo que permitió el ascenso irresistible de un poder totalitario de tipo mafioso, tal como lo describe Brecht...
Veinte años después, en una guerra total en la que “toda consideración moral era oficialmente dejada de lado” por cada uno de los adversarios –vendrá la multiplicación de tráficos ilegales, mercado negro y crímenes de todo tipo, de todo lo que hace que la dignidad del hombre se derrumbe sin vuelta atrás, en palabras de Georges Bernanos.
Pero, sobre todo, no olvidemos que en el siglo XX la emulación del campo de batalla les parecía indispensable a los fanáticos del Progreso tecnocientífico, que lo asimilaban a un asalto dado a la naturaleza. Así, el padre Teilhard de Chardin, ese extraño jesuita que pretendía haber descubierto, tras las grandes masacres de la primera guerra mundial, “la figura del hombre inacabado de la evolución”, escribía todavía en 1955: “La guerra es un fenómeno orgánico de antropogénesis que el cristianismo no puede suprimir, como no puede suprimir la muerte”.
Esto explica, a posteriori, la actitud arrogante de los acusados del proceso de Nuremberg, quienes pretendían simplemente haber obedecido a las leyes de una bioética científica. Por ende no se sintieron culpables en lo más mínimo de los crímenes de los que eran responsables: ¿los pueblos europeos no estaban, entonces, en tiempos de guerra, y por tanto automáticamente privados de la mayoría de sus derechos civiles? ¿Acaso el Estado alemán no tenía, en virtud de reglas reconocidas, el poder de proyectarlos sin distinción, desde las masacres en el campo de batalla hasta los bombardeos estratégicos de las grandes citadelas o de los campamentos de trabajo?
Podremos también considerar los diezmos revolucionarias del siglo XX –siglo de los alambres de púas y de los campos de concentración- como una extensión de zonas de no-derecho experimentales (económicas, científicas, biológicas) –desde aquel mes de agosto de 1918 en que Lenin reclamaba la puesta en cuarentena de los “dudosos” y en el que Trotski creaba los primeros campos de concentración para los “parásitos”, en los alrededores de la ciudad.
¿Hay que temer hoy por la creación de condiciones artificiales de guerra civil en Europa, en el seno de nuestras democracias debilitadas y seniles? ¿Qué pensar de estas nuevas operaciones de repoblamiento supervisadas por las mafias multinacionales, bajo el auspicio de la ONU? Olas de inmigración asombrosa irrumpen y entre sus filas, la llegada de aquellos para quienes la guerra es un país y la guerra civil, una patria. (K. Heiden) No lejos de las ciudades se edifican campos para las personas desplazadas, en Irlanda, en Francia, por ejemplo en Sangatte....
¿Es esto la primicia de una sub-­humanidad mundial, de la abolición de los seres humanos en tanto tales, soñada por los gurús de las biotecnologías y asumida por los torturadores del gran bandidaje?
¿La guerra de todos contra todos jugará un papel mayor en una nueva ideología sanitaria en forma de humanitarismo? Una vez más, hay que recordar acá el papel del campo de batalla desde el albor del siglo XX, con la llegada a Europa de las numerosas compañías filantrópicas constituidas por las multinacionales, la Standard Oil por ejemplo, o en 1917 la Misión Rockefeller en el frente francés, que pretendían erradicar la tuberculosis del país. No olvidar a los norteamericanos que soñaban con la “salubridad universal”, pretendiendo instalar una policía sanitaria internacional en un mundo unido por grandes cadenas bacteriológicas.
Recordemos también que ya en 1930 se creaba en Francia un ministerio de la Salud... Mientras tanto, el poder nazi, tras instalar un seguro médico general y gratuito -lo que permitía tener a la población en bases de datos- encargaba a una ciencia médica, convertida en medicina legal, pasar a la nación por rayos X y enviaba morir a sus enfermos practicando, de nuevo, una erradicación digna de la profilaxis veterinaria.
Así, el primer día de guerra total, Hitler, seguro de su derecho, pudo firmar el decreto de muerte de millones de seres humanos que fueron declarados inservibles. Después de las razas patógenas (judíos, gitanos, eslavos...) vendría el turno de los alienados, de los desviados sexuales, de los discapacitados, de los tuberculosos, de los enfermos del corazón, de los ancianos, que el poder planeaba marginalizar para luego proceder al sacrificio. ¿Habrá qué extrañarse si un antiguo deportado como Joseph Rowan es hoy uno de los pocos que se levanta contra los inmensos autodafes en donde desde el año 2000 se calcinan centenares de miles de animales condenados por un acto sanitario que pasó de la prevención (vaca loca) a la razón económica (fiebre aftosa perfectamente curable...)? –mientras, un misterioso terrorismo bacteriológico establece la relación veterinaria entre el animal y el hombre –el bacilo del carbón.
En 1993, escribí a propósito del primer atentado contra el World Trade Center: “Quienes quiera sean sus autores, inauguran una nueva era del terrorismo y no tiene nada en común con las explosiones que sacuden de manera ocasional a Irlanda o Inglaterra. En efecto, el aspecto determinante de este atentado es que pretendía efectivamente destruir el edificio del World Trade Center. Se trata por tanto de un evento estratégico que confirma el cambio de régimen militar de este final de siglo”[1].
¡No nos equivoquemos! Con el atentado del 11 de septiembre del 2001 nos encontramos, de hecho, frente a un acto de guerra total, notablemente concebido y ejecutado con un mínimo de medios –lo que demuestra, lo habíamos olvidado, que en la guerra todo es simple, pero lo simple es difícil[2].
Poco importan las destrucciones que afectaron al Pentágono, en las mentalidades lo que explotó fue el World Trade Center, dejando a Norteamérica fuera de base. Pero los asuntos de Norteamérica son los asuntos, y sobre todo los asuntos del mundo: la economía aparente del planeta está duraderamente afectada por la distopía de su propio sistema.
11 de septiembre del 2001 –la línea azul de los Vosges se volvió la sky-line de Manhattan.
El anonimato de los iniciadores del ataque muestra simplemente, a ojos de todos, la subida al poder de un Estado Negro Mundial – de la cantidad desconocida de una criminalidad privada – este más allá del Bien y del Mal con que soñaban hace siglos los grandes predicadores de un progreso iconoclasta.
20 de octubre del 2001.
(Cursivas del autor)
[1] “New York delirio –el desequilibrio del terror” Texto publicado el 30.03.1993 en la revista Globe.
[2] Clausewitz, Sobre la guerra.

Friday, September 09, 2005















El adiós a un ídolo / 1939-2005 Nicolino Locche:
un radar humano


Ese órgano de la elección siempre está vinculado con la capacidad perceptiva. Nicolino Locche, que ha fallecido, pero no ha muerto porque los campeones no mueren jamás, deja una historia intuitiva que los aficionados, que tanto lo han admirado, quizá no lo vinculasen al famoso juego de los visteadores que durante tantos años era un juego para los hombres de campo. Sacaban una alpargata ambos y trataban de alcanzar al rival pegándole en la cara o en la cabeza. Pues bien, Locche llevó al ring aquella costumbre tan expandida en todas las provincias y particularmente por los pagos de Buenos Aires.
En diferentes oportunidades yo llevé hasta el gimnasio del Luna Park a dos neurólogos y realicé una prueba desconocida para muchos. Puse a un neurólogo al lado mío, mientras su entrenador Bermúdez daba la orden al sparring con firmeza de "tirarle con todos los golpes posibles a este vago". Me puse yo en una esquina del ring y mientras entrenaban le dije a Nicolino: "¿Qué tal campeón, anda bien?". Y él hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Me pidió que yo siguiera hablando. Nadie podía creer lo que estábamos viendo y menos el neurólogo, que con los ojos dilatados me afirmaba: "Este hombre tiene una capacidad de percepción superior a la media común. Es asombroso". Ocho días después invité a un colega del anterior y se repitió la escena. Mientras Locche paraba todos los golpes tenía la cabeza dada vuelta mirándome a mí. De esas diabluras hizo muchísimas.
Tengo presente a Eddy Perkins, quien demostró poseer una capacitación similar a la de Nicolino, sobre la técnica de este oficio tan difícil y a veces tan cruento. Al empezar la pelea, Perkins dio dos pasos atrás y lo miró sonriente, como si le dijera: ¿Ajá, a esto querés jugar?, pues yo también. Este negrito vivaz, con técnica depurada, no se dejó pegar. Igual que Nicolino. Cómo habrá sido aquella noche que el público estaba muy inquieto y lo demostraba. Al bajar del ring, el mendocino pasó al lado mío y con una risa apenas contenida me apuntó: "Esta noche puede decir por el micrófono que peleamos dos ladrones. Cada uno se llevó parte de la torta y listo".
Deseo citar a H. Bergson, quien analizó el tema de la percepción, de una manera profunda y de arista filosófica; él afirmaba que es un modo de conocimiento que, en oposición al pensamiento, capta la realidad verdadera, la interioridad, la duración, la continuidad de lo que se mueve y se hace, mientras el pensamiento lo roza por lo externo, la intuición se dirige al devenir.
Finalmente, Locche llevaba en su mollera un afinado órgano de elección y de decisión; pues como había dicho Ray Robinson, considerado el mejor boxeador del mundo en todas las categorías, también conocía la dimensión del tiempo y le agregó al boxeo, tal como lo hizo Cassius Clay, alegría y le quitó aspereza. Para él, encerrarse en el encordado era como subir a un escenario. Dentro de ese lugar, que más bien se asemeja a una jaula, si el público reía él lo hacía también. Hasta nos hacía guiños a los periodistas como si el contrincante no existiese. En el mejor de los sentidos su estilo era chaplinesco.
Me hubiera gustado, porque lo apreciaba mucho, verlo vivir el tramo final de su existencia con sus pulmones limpios y su andar cuasi el de un deportista en actividad. Con su perfil de captador de cualquiera que se le atreve y luego sonreír. Un verdadero radar humano

Por Ulises Barrera Para LA NACION


Thursday, September 01, 2005


ENTREVISTA
Paul Virilio y la política del miedo
El pánico es el argumento central de la política, dice el pensador francés en su libro "Ville panique", que aquí se anticipa en exclusiva. Además, en diálogo con Ñ se refiere a los efectos desestabilizadores de la tragedia de Cromañón. Lo que ocurrió en Buenos Aires, dice, muestra que las catástrofes —vengan de un atentado o de un accidente— consiguen lo que antes procuraban la guerra y la revolución.
PABLO RODRIGUEZ Llama desde Buenos Aires?
¡Ustedes sí que viven en una ciudad pánico!".
En la charla previa para pactar el momento de una entrevista telefónica, Paul Virilio descerraja esta exclamación y provoca sorpresa.
¿Está hablando de la debacle argentina de 2001, un tema que casi cualquier europeo informado conoce, o se refiere al incendio de República Cromañón y a sus efectos inmediatos en la sociedad?
"Lo que pasa en esa ciudad es un reflejo de mi teoría acerca de la indistinción entre atentado y accidente. Hoy resulta que catástrofes tan importantes como las del 11 de marzo en Madrid —que fue un atentado— o la de una discoteca en la que murieron 200 personas —que fue un accidente— pueden llevar a un cambio de gobierno o a la crisis interminable del mismo gobierno. Y no estoy pensando solamente en la renuncia de un intendente o de un alcalde, sino de un cambio completo de gobierno o de régimen. O sea que a través del atentado o del accidente se alcanza lo que antes se conseguía por medio de guerras y revoluciones".
Según Virilio, la estela política que dejó la tragedia del 30 de diciembre es la manifestación propia de una ville panique, literalmente "ciudad pánico", título de su último libro, que este año se publicará en nuestro país y cuyo primer artículo ya fue traducido y publicado el año pasado por la revista Artefacto.
La conclusión de Virilio es lapidaria: "Esto demuestra que el miedo y el pánico son los grandes argumentos de la política moderna".
Paul Virilio —arquitecto, urbanista, filósofo, figura central e inclasificable del panorama intelectual francés, autor reconocido en todo el mundo, "un hijo de la guerra", como le gusta definirse— es efectivamente un hombre informado. En Ville panique, mucho más que en sus libros anteriores, sus interlocutores son principalmente artículos de diarios, entrevistas a personajes políticos, anécdotas de accidentes y columnas de opinión, como si el lector pudiera asistir a su propia lectura de los medios, por la mañana quizás, o en medio del desayuno. La voracidad informativa de este hombre de 74 años que hasta hace poco se dejaba fotografiar con una gorra con visera en la cabeza, que vive en el balneario de La Rochelle, en la costa atlántica francesa, está animada por una obsesión: sus temas son recurrentes, siempre vinculan el fenómeno de la guerra, el estado de la política y la constitución de la ciudad, cuando no se dedica a reflexionar sobre el arte y sobre las transformaciones de la percepción en el último siglo, asuntos con los que se hizo conocido.
Virilio considera que tiene una misión: alertar. En su urgencia se puede entrever lo que el alemán Hans Jonas denominó "la heurística del miedo", la convicción de que la acción política consiste en tomar nota de los peligros. En el caso de Virilio, se trata del peligro de desestabilizar absolutamente todos los aspectos de la conciencia y la percepción occidental, algo propio en realidad de la modernidad capitalista, cuando no parece haber en el horizonte un cuerpo coherente de creencias.Teoría política de la ciudad
En Ville panique asoma una teoría política sobre el mundo contemporáneo. Esta teoría no está formulada con el rigor que exhiben la filosofía política, sus autores canónicos, sus conceptos y marcos de referencia, sobre los que se vuelve una y otra vez. Su estudio ni siquiera parece pretender el título de "teoría".
Como él mismo dice, en diálogo con Ñ, el punto de referencia de la política es la ciudad, la polis. En la actualidad la ciudad es el espacio donde se imbrican la guerra y la política, ya sea siguiendo la famosa sentencia de Clausewitz —"La guerra es la continuación de la política por otros medios"—, ya sea siguiendo la inversión que hizo célebre Michel Foucault: "La política es la continuación de la guerra por otros medios".Hasta el siglo XX, razona Virilio, la política y la guerra moderna pivotearon alrededor del Estado-nación, una entidad fijada en un territorio extenso con una población relativamente repartida. Los medios de combate de los tiempos clásicos eran la policía en el ámbito interno y las Fuerzas Armadas en el exterior. Los ejércitos tenían entonces un terreno donde enfrentarse, el campo de batalla, y desde allí eventualmente procedían a la conquista territorial, de la cual las ciudades eran el último, pero no generalizado, escenario de lucha. Las guerras mundiales, sobre todo la Segunda, marcaron un quiebre destinado a perdurar: la ciudad pasó a ser blanco de los ataques militares con bombardeos a la población civil. La estrategia militar evidentemente había tomado nota del formidable cambio por el que las poblaciones abandonaron las extensiones para concentrarse en territorios pequeños como las ciudades. Atacar una ciudad sería, de ahora en más, un hecho político. Para Virilio, aquí nace la lógica de lo que hoy se llama terrorismo, tesis desarrollada por varios autores, entre otros el alemán Peter Sloterdijk en Temblores de aire.Escenario de la guerra y de la política, la ciudad comenzó a desdibujar la frontera entre la policía y el Ejército, pero, sobre todo, a ocupar la centralidad política que antes tenía el Estado. Como en la antigua polis griega, el ciudadano está hoy llamado a cumplir funciones de alerta policial y eventualmente funciones militares, pero la democracia actual no es semejante a la del siglo de Pericles.
Durante todo el proceso moderno, la imagen idealizada de la democracia griega había dado paso, primero, a la democracia indirecta, ejercida a través de los representantes, y luego a la democracia de la opinión pública, donde los medios de comunicación disputan a las instituciones, corporaciones y partidos políticos el lugar de la "reflexión en común", del debate acerca de la dirección de los asuntos de una nación.
Y aquí se llega a una de las ideas centrales de Ville panique.
Como los soldados-ciudadanos que somos no se asemejan a los de la polis griega, estamos dominados por el miedo y el pánico a la inseguridad antes que por un sentido de deber hacia nuestra nueva e insólita ciudad-Estado.
Este pánico anula el lugar de la reflexión y los medios se hacen cargo, no ya de la demanda de reflexión colectiva, sino de una demanda de emoción colectiva. Adicto a los juegos de palabras plasmados en fórmulas, Virilio dice que estamos pasando de la "estandarización de la opinión pública" a la "sincronización de las emociones" y que la crítica clásica a los mass media como sustitutos de la política deliberativa, que él mismo supo también esgrimir, está perimida porque es "la reflexión en común" la que dejó de ser una aspiración. La discusión, la secuencialidad de los debates que imita a la del pensamiento, da paso al ritmo, al sincopado, del corazón y de sus sobresaltos de adrenalina.Dos son las consecuencias de esta transformación sensible de la política. Al interior de las ciudades, el sujeto no sabe cuándo ser soldado ni cuándo ciudadano, porque desconfía del vecino, no sabe quién es el enemigo y las fuerzas de seguridad son a un tiempo una policía y un ejército. En este sentido, Virilio estudia la creciente indistinción de las fuerzas de seguridad en los Estados Unidos, máximo ariete de los procesos políticos contemporáneos. Las grandes urbes serían hoy el terreno de una silenciosa guerra de todos contra todos que deriva no sólo en la más evidente histeria que rodea a los atentados y a los accidentes, sino también en la comisión de crímenes que guardan características similares a los de los campos de concentración, pues son producto de bandas que atacan a seres indefensos (mediante secuestros, violaciones colectivas, asesinatos seriales, etcétera) en lugares cerrados sin importarles su vida. Fuera de las ciudades, sin embargo, este cambio de lógica obliga al establecimiento de una "guerra civil global" que por principio no se detiene en las fronteras nacionales y prerrogativas estatales, por más que esté comandada por un Estado-nación como los Estados Unidos.
En este sentido, dice Virilio, hay una secuencia natural que va de la guerra en las ciudades de las dos guerras mundiales al terrorismo global de nuestros días, pasando por el interludio de la Guerra Fría. Las huestes terroristas actuales, en las que Virilio incluye tanto las de Osama bin Laden como las de George W. Bush, parecen marcar el punto más logrado de esta secuencia, porque operan con el miedo y el pánico que genera la indistinción entre atentado y accidente. Así, escribe Virilio en Ville panique, "mañana el Ministerio del Miedo dominará, desde lo alto de sus satélites y de sus antenas parabólicas, al Ministerio de Guerra ya caído en desuso, con sus ejércitos en vías de descomposición avanzada". Y esto sería así porque la guerra, que pasó de ser asunto de estados a asunto de ciudades, ahora entró directamente en el alma de cada uno de los habitantes de estas ciudades que no pueden gestionar esta tensión más que con una angustia insoportable.Como puede verse, la propuesta teórica de Virilio es ambiciosa aunque no carece de problemas. Por caso, una idealización de la democracia representativa como el lugar de la "reflexión en común", cuando cabría por lo menos plantearse si la vida social en general, y la historia de la democracia occidental en particular, no aparecen más bien gobernadas por la ideología o por las ideologías.
También es lícito preguntarse por la pertinencia de la extensión de la "lógica concentracionaria" —como él la llama— de los campos de concentración a las grandes urbes modernas. Con todo, no hay dudas de que ofrece una interpretación compleja de los fenómenos que pueblan los diarios y revistas que lee —como el caso del incendio de República Cromañón— y que descolocan las interpretaciones de muchas reflexiones que se hacen hoy en materia de teoría y filosofía política contemporáneas.Una cuestión de escrituraAunque éste parece ser el esqueleto central de Ville panique, el modo de reflexión de Virilio también lo lleva a lanzar cuerdas temáticas sin desarrollos ulteriores, como subtemas que bien podrían ser objeto de otros libros. Una de estas cuerdas se refiere al modo en que se habita hoy la ciudad.
Para Virilio, asistimos a una época donde el nomadismo está ganando terreno frente a la sedentarización que hizo posible la civilización y el nacimiento de las ciudades. Hay además en la actualidad una voracidad de destrucción de los edificios que revela que se odia lo que se habita y que no se quiere reconocer el paso de la historia, hecho que se ilustra en el libro con la descripción de las fiestas que siguen al derrumbe de los gigantescos monoblocks que pueblan los suburbios de París, y que aquí también pudimos ver ejemplificado en nuestro "albergue Warnes". Asimismo, como es costumbre en los textos de Virilio, hay lugar para el anuncio de catástrofes. Afirma que los flujos de inmigración, incontrolables a pesar del esfuerzo de las zonas ricas del planeta por contenerlos, son signos que anuncian el estallido de la burbuja de la mundialización, y que la liberación del mundo de los negocios respecto de las restricciones del Estado de derecho conducirá a un nuevo crack económico global.No siempre estos planteos son fáciles de reconstituir. La escritura de Paul Virilio dista de ser límpida. Su estilo está cerca del aforismo, y sus conceptos no se suceden, sino que saltan, se desplazan, burbujean. Como dice Andrea Giunta en su introducción a la versión en español del ensayo de Virilio El procedimiento silencio, él "Escribe encadenando imágenes. Las frases cortas imprimen a su escritura el ritmo del collage, del montaje. Una escritura visual que no es ajena a su formación, ni a los problemas ni a los temas que lo cautivaron desde un principio".
En Ville panique se hace presente, quizás con más fuerza que nunca, esa tendencia al slogan, a la frase fuerte, a la imagen terrible, junto a distintas combinatorias de la misma palabra con distintos prefijos (geo-, trans-, metro-, aeropolítica). Como si todo esto fuera poco, usa detalles de edición, palabras en itálica, mayúsculas, versalitas, que por momentos conducen la reflexión por una calle llena de carteles luminosos que se prenden y se apagan.
¿Cuál es la estrategia en esta proliferación?
"Es una suerte de referencia al futurismo —confía a Ñ. Soy medio italiano y trabajo sobre la velocidad, los fenómenos de aceleración desde hace 40 años. El uso de detalles de edición para llamar la atención está tomado de las estrategias de los futuristas italianos. Algo así como un proceso de parodia con efecto de denuncia: ellos concibieron la velocidad y muchas de las cosas del mundo moderno como una maravilla, pero yo las considero un horror".-
—¿Cuál es para usted la idea central de - Ville panique- ?-
—No sé si hay una tesis central. Creo que uno de los aspectos fundamentales es la posibilidad de una superación del Estado nacional en beneficio de las grandes ciudades, las grandes metrópolis, que tienen finalmente más importancia que el Estado-nación, como vemos en Europa en relación con la Unión Europea. Hay entonces una suerte de metropolarización, diría, de la política. Se comienza a hablar de Ciudades-bienestar (ville-providence) que superan al Estado de bienestar (Etat-providence). Con la mundialización, el mundo se concentró en las ciudades, como la economía. Pasamos de la geopolítica, formada por la grandeza de los países, con sus territorios y sus fronteras, a la metropolítica. La ciudad tiene más importancia que el Estado. La crisis del Estado pone en cuestión la extensión nacional en beneficio de la concentración local de la gran ciudad.-
—Este carácter desmesurado que adquirió la ciudad como problema político ¿entraña nuevos problemas? Pienso sobre todo en lo que mencionó sobre lo ocurrido aquí en Buenos Aires a raíz del incendio en la disco República Cromañón.-
—El principal de estos nuevos problemas es lo que yo llamo la democracia de la emoción. Pasamos de una democracia de la opinión, con la libertad de la prensa, la estandarización de la opinión pública, a una democracia de la emoción donde lo que ocurre es la sincronización de las emociones. Esto tiene consecuencias políticas muy importantes, porque catástrofes tan importantes como las del 11 de marzo en Madrid, que fue un atentado, o la de una discoteca donde murieron 200 personas, que fue un accidente, pueden llevar a un cambio de gobierno o a la crisis interminable del mismo gobierno. Y no estoy pensando solamente en la renuncia de un intendente o de un alcalde, sino de un cambio completo de gobierno o de régimen. O sea, que a través del atentado o del accidente se alcanza lo que antes se conseguía por medio de guerras y revoluciones. Hoy, las grandes rupturas ocurren por revelaciones accidentales y no por revoluciones provocadas. Volvamos al ejemplo de España: antes incluso del atentado de Madrid, que influye en el triunfo de José Luis Zapatero, el gobierno de José María Aznar estuvo seriamente en jaque por el accidente del barco petrolero Prestige, porque no supo reaccionar a la dimensión de la catástrofe. Los terroristas hacen un uso muy inteligente de esta democracia de la emoción. Hay un fenómeno completamente nuevo que pone en cuestión el núcleo mismo de la democracia, porque ahora se trata de un reflejo condicionado que reemplaza a la reflexión en común a la que aspiraba la democracia representativa. Cuando la lectura de los diarios dejó paso al tiempo real de la televisión, se creó una suerte de "reflejo electoral" por el que un accidente se convierte en un hecho político. El reflejo no es la inteligencia, y mucho menos el pánico que domina a la ciudad y que analizo en mi libro.-
—Usted denuncia en el libro la existencia de una "ideología de la seguridad" que busca "actuar en todos lados y sin demora para evitar el hecho de ser sorprendido". ¿Sería una suerte de negativo catastrófico de la "sociedad de riesgo", término que hasta hace poco gozaba de gran fama en las ciencias sociales?-
—Para mí, el paso de la geopolítica a la metropolítica implica la vuelta al Estado policial. La guerra contra el terrorismo, lo que ocurre concretamente hoy en Irak, es un ejemplo patente de esta vuelta al Estado policial. Las ciudades-Estado griegas, que están en el origen de nuestra idea de la democracia, era también estados policiales. Los ciudadanos eran soldados. La polis y la policía iban unidos. Pero hoy en día se disociaron estos dos aspectos y se rescata sólo el valor de policía. Es en este sentido que hay que entender el término "sociedades de control". Y además, estas sociedades de control operan con una lógica concentracionaria que, eso sí, no apunta como en el pasado a la exterminación a gran escala. El proceso actual en Estados Unidos lo ilustra perfectamente: la Patriot Act que restringe las libertades civiles, lo que ocurre en Guantánamo, en fin, toda la guerra contra el terrorismo consiste en la puesta en acto de un Estado policial global. Hemos salido de los grandes ejércitos nacionales a la policía de la metropolítica mundial.-
—Cita el caso de Guantánamo, al que refiere también Giorgio Agamben en su libro - Estado de excepción- , como parte de la lógica concentracionaria actual. ¿Comparte su punto de vista sobre el estado de excepción?-
—Bueno, yo soy hijo de la guerra, tengo 74 años y viví plenamente la Segunda Guerra Mundial. Eso me diferencia de Agamben. Y esta diferencia no es anecdótica, porque yo viví esos procesos en las ciudades y fue eso lo que me llevó a reflexionar sobre la ciudad. Yo hablo de la política desde mi lugar de urbanista, desde mi interés por la ciudad, y no desde la teoría política clásica. Por supuesto que puedo tomar cuestiones que tengamos en común, y por eso lo cito, pero mi ángulo de ataque del problema de la política actual es diferente. Para mí, la lógica concentracionaria tiene que ver con el abandono de la cosmópolis, la ciudad abierta al mundo, que es reemplazada por la claustrópolis, una vigilancia global a través de las tecnologías que América latina conoce bien, con los radares y los satélites que dominan el subcontinente con el argumento que fuere (lucha contra el narcotráfico, guerra contra el terrorismo). Esto es un fenómeno netamente retrógrado.-
—Se puede decir que el control a través del espacio, algo que usted llama "aeropolítica", no es un fenómeno nuevo.-
—Efectivamente. La aeropolítica quedó consagrada definitivamente con la Segunda Guerra Mundial, en especial con los bombardeos masivos a poblaciones civiles. El air power abrió esta posibilidad de controlar regiones enteras con fuerzas aéreas. Y en esto también contribuye el propio fenómeno urbano que estalla masivamente en el siglo XX, porque es la gran concentración de población la que convierte a la ciudad en un blanco predilecto. Fueron los aviones los que provocaron el debilitamiento del componente territorial de la política. La política del suelo, de las fronteras, está cediendo paso a la política del aire, la aeropolítica. La confirmación viene dada por ciertos fenómenos del urbanismo, como la concepción de Brasilia, la capital de Brasil: fue planificada desde una visión aérea.-
—En la guerra actual, dice, el Ministerio del Miedo está reemplazando al clásico Ministerio de Guerra. Pero a la luz de la manipulación informativa, la relación entre guerra e información ¿no configura hoy, más que un Ministerio del Miedo, el clásico Ministerio de Información en el que trabaja Winston Smith, en la novela - 1984- de George Orwell? Más aún, ¿no implica esta estructura sus propios límites como sistema de manipulación, como lo muestra el escándalo de las torturas en la cárcel iraquí de Abú Ghraib?-
—El Ministerio de Información de 1984, y los mecanismos clásicos de la censura, trabajan en la lógica de la subexposición. Creo que hoy asistimos a una censura que es producto de la sobreexposición. La subexposición fracasa frente a la necesidad de sobreexponer, de dar información sin cesar. Pero esta sobreexposición no es un símbolo de libertad, porque al invadirnos completamente perdemos de vista la realidad y nos impide la acción. Hoy es muy difícil ocultar información, pero igual de difícil es que una revelación de información (que no es la revelación accidental que mencioné anteriormente) provoque un "despertar" de las conciencias y un cambio político profundo. O sea, el escenario es bastante más complicado que el previsto en 1984. El poder de los medios a nivel global es mucho más complejo que la televigilancia que describía Orwell. Este es un fenómeno nuevo, que yo estudié en varios de mis libros, pero que requiere todavía de muchos análisis.
El Ministerio del Miedo que yo pienso se refiere a la obra homónima de Graham Greene, publicada en 1943. El miedo y el pánico son los grandes argumentos de la política moderna.
Esto ya había comenzado con el equilibrio del terror de la Guerra Fría, pero el proceso fue relanzado con una potencia nueva por el desequilibrio del terrorismo. Asistimos a un relanzamiento del pánico como política y tenemos que trabajar mucho para comprenderlo y combatirlo.-
—En su libro también menciona el curioso fenómeno por el que se detestan los monoblocks y se celebra cuando uno de ellos es demolido. Usted reivindica la posibilidad de construir uno mismo, crearse el espacio habitable en medio de la habitación prefabricada.
¿Retoma lo que Heidegger e Ivan Ilich, entre otros, plantearon sobre la relación entre construir y habitar?-
—Puede ser. Es evidente que ya somos vagabundos, homeless, que no tenemos hogar por más que tengamos un techo. Pero creo que a estas reflexiones hay que sumarles un componente actual muy importante: la movilidad social, los flujos migratorios que acompañan a la mundialización, ayudan considerablemente a sentirnos sin lugar propio de pertenencia. Estamos dejando la época de la sedentarización. Hasta hoy, hubo en la historia de la civilización un equilibrio entre sedentarios y nómades. Hoy ese equilibrio se rompió: se puede ser sedentario siendo nómade. Uno puede estar en todas partes, ya sea por los medios de transporte o por los medios de comunicación, pero también en ningún lado, porque se carece de la inscripción en un territorio, más allá de lo que indiquen los documentos de identidad, los catastros, etcétera.-
—¿Esto produce el odio por el cual se festeja la destrucción de un espacio que uno habitó?-
—Sí. Claro que hay que ver lo que son esos edificios en términos habitacionales; ahí se comprende el hecho de que no se les tenga afecto. Pero hay un aspecto esencial en este fenómeno de las fiestas de las demoliciones: se destruye el pasado. No se destruye solamente un edificio, con todo lo odioso que sea, sino su historia y la de su habitación. Y esto sí es muy grave. Asistimos a un verdadero culto del presente donde el pasado se olvida completamente. Y respecto del futuro, ciertamente no es radiante. Todo el mundo está ansioso, inquieto, por nuestro porvenir, porque se ciernen muchas amenazas: el terrorismo, el desastre ecológico, etcétera.
Gozar de la destrucción del pasado es lo que yo llamo la tabula rasa, artículo con el que comienzo mi libro. Hagamos tabula rasa del pasado.
Esto es otro fenómeno de pánico. Hoy, todo es pánico. Estamos pasando de la guerra fría al pánico frío. Y esto es un acontecimiento cultural —y no político— enorme.



Velocidad e información.
¡Alarma en el ciberespacio!
Paul Virilio
.
Los fenómenos asociados de inmediatez e instantaneidad son en nuestros días uno de los problemas más apremiantes que confrontan las estrategias políticas y militares. El tiempo real prevalece sobre el espacio real y la geosfera. La supremacía del tiempo real, la inmediatez, sobre espacio y superficie es un hecho consumado y tiene un valor inaugural (anuncia una nueva época). Algo correctamente evocado en un anuncio francés elogiaba con estas palabras los teléfonos celulares: "el planeta Tierra nunca ha sido tan pequeño". Es un momento dramático en nuestra relación con el mundo y para nuestra visión del mundo.
Hay tres barreras físicas establecidas: el sonido, el calor y la luz. Las dos primeras ya han sido superadas. La barrera del sonido ha sido barrida por el super e hipersónico avión, mientras la barrera del calor es penetrada por el cohete que saca a seres humanos fuera de la órbita de la Tierra para aterrizar en la Luna. Pero la tercera barrera, la de la luz, no es algo que se pueda traspasar: te estrellas contra ella. Es precisamente esta barrera del tiempo la que confronta la historia en el día de hoy. Haber alcanzado la barrera de la luz, haber alcanzado la velocidad de la luz, es un hecho histórico que deja la historia en desorden y confunde la relación del ser viviente con el mundo. El sistema político que no hace esto explícito desinforma y engaña a sus ciudadanos. Tenemos que reconocer aquí un cambio principal que afecta a la geopolítica, geoestrategia, pero también por supuesto a la democracia. puesto que ésta última es tan dependiente de un lugar concreto, la ciudad.
El gran evento que amenaza para el siglo XXI en conexión con esta velocidad absoluta es la invención de una perspectiva de tiempo real, que suplantará a la perspectiva del espacio real que fue inventada por los artistas italianos del Quattrocento. Todavía no ha sido suficientemente enfatizada con cuanta profundidad, la ciudad, la política, la guerra y la economía del mundo medieval fueron revolucionadas por la invención de la perspectiva.
El ciberespacio es una nueva forma de perspectiva. No coincide con la perspectiva audiovisual que ya conocemos, Es una perspectiva completamente nueva, libre de cualquier referencia previa: es una perspectiva táctil.
Ver a distancia, oir a distancia: esa era la esencia de la antigua perspectiva audiovisual. Pero tocar a distancia, sentir a distancia, esto equivale un cambio de perspectiva hacia un dominio que todavía no se abarca: el del contacto, el contacto a distancia, el telecontacto.
Junto al levantamiento de las superautopistas estamos enfrentándonos a un nuevo fenómeno: la pérdida de orientación. Una pérdida de la orientación fundamental que complementa y concluye la liberación social y la realización de los mercados financieros cuyos nefastos efectos son bien conocidos. Se está haciendo una duplicación de realidad sensible en realidad y virtualidad. Amenaza una estereo-realidad de géneros. Una pérdida total de los comportamientos del individuo que amenaza con ser abundante. Existir es existir - in situ -, aquí y ahora, - hic et nunc -. Esto es precisamente lo que se está viendo amenazado por el ciberespacio y lo instantáneo, la información globalizada fluye, lo que hay delante es una distorsión de la realidad; es un shock, una conmoción mental, y este resultado debería interesarnos. ¿Por qué?: Porque nunca ningún progreso en una técnica ha sido llevado a cabo sin acercarte a sus aspectos negativos específicos. El aspecto negativo de estas autopistas de la información es precisamente esa pérdida de la orientación en lo que se refiere en la alteridad (el otro); es la perturbación en la relación con el otro y con el mundo.
Es obvio que esta pérdida de la orientación, esta no-situación, va a anunciar una profunda crisis que afectará a la sociedad y por lo tanto a la democracia. La dictadura de la velocidad al límite chocará cada vez más con la democracia representativa. Cuando algunos ensayistas se dirigen a nosotros en términos de "ciberdemocracia", de democracia virtual; cuando otros afirman que la "democracia de opinión" va a reemplazar a la "democracia de partidos políticos", uno no puede dejar de ver nada que no sea esa falta de orientación en asuntos de política, de los cuales el "media-comp" de Mayo de 1994 de Silvio Berlusconi fue una prefiguración de estilo italiano. La llegada de la era de los videntes y los sondeos de opinión necesariamente avanzarán con este tipo de tecnología. La palabra globalización es una farsa. No hay globalización, sólo hay virtualización. Lo que está siendo efectivamente globalizado es el tiempo. Ahora todo sucede dentro de la perspectiva del tiempo real: de hoy en adelante estamos pensados para vivir en un sistema de tiempo único
(1). Por primera vez la historia va a revelarse dentro de un sistema de tiempo único: el tiempo global. Hasta ahora la historia ha tenido lugar dentro de tiempos locales, estructuras locales, regiones y naciones. Pero ahora, en cierto modo, la globalización y la virtualización están inaugurando un tiempo universal que prefigura una nueva forma de tiranía. Si la historia es tan rica, es debido a que era local, fue gracias a la existencia de tiempos limitados espacialmente que no hicieron caso a algo que hasta ahora sólo ha ocurrido en la astronomía, el tiempo universal. Pero en un futuro muy cercano, nuestra historia sucederá únicamente en tiempo universal, es, en sí mismo el resultado de la instantaneidad. De este modo vemos por un lado al tiempo real sustituyendo al espacio real. Un fenómeno que está haciendo de ambas distancias y superficies algo irrelevante en favor del "time-span" (tiempo de duración), y un extremadamente corto tiempo de duración en esto. Por otro lado tenemos el tiempo global, perteneciente al multimedia, al ciberespacio, increíblemente dominando la estructura del tiempo local de nuestras ciudades, nuestras vecindades. Tanto que hay un debate para sustituir el término "global" por "glocal", una concatenación de las palabras local y global. Esto surge de la idea de que lo local ha llegado, por definición, a ser global y lo global, a ser local. Tal deconstrucción de la relación con el mundo no está desprovista de consecuencias en la relación entre los propios ciudadanos, nada se obtiene sin que se tenga también algo que perder. Lo que se ganará de la información y la comunicación electrónica necesariamente provocará una pérdida en alguna otra cosa. Si no somos conscientes de esa pérdida y no la tenemos en cuenta, lo que ganemos carecerá de valor. Esta es la lección que debe aprenderse del previo desarrollo de la tecnología de los transportes. La realización del servicio de ferrocarril de alta velocidad ha sido posible sólo porque los ingenieros del s. XIX habían inventado el sistema de bloqueo automático(2) que es un método para regular el tráfico de forma que los trenes son acelerados sin riesgo de catástrofes ferroviarias. Pero hasta ahora la ingeniería de control del tráfico en las autopistas de la información brilla por su ausencia. Hallamos aquí otro punto importante: que ninguna información existe sin desinformación, y ahora un nuevo tipo de desinformación está poniéndose a la cabeza y es totalmente distinta a la censura voluntaria. Tiene que ver con cierto tipo de obstrucción de los sentidos, una pérdida de control sobre la razón de los géneros. Aquí yace un nuevo y mayor riesgo para la humanidad procedente de la multimedia y los ordenadores. Albert Einstein ya lo había profetizado en la década de los cincuenta, cuando habló sobre la "segunda bomba". La bomba electrónica, después de la atómica. Una bomba por la cual la integración del tiempo real será a la información lo que la radioactividad es a la energía: La desintegración no afectará sólamente a las partículas de materia sino también a la gente que compone nuestras sociedades.
Esto es precisamente lo que se puede ver en el trabajo con la masa de desempleo, los trabajos unidos y el brote de empresas deslocalizadas. Uno podría suponer que del mismo modo que el surgimiento de la bomba atómica provocó la rápida elaboración de una política de disuasión adaptada al s. XXI, ésta podría ser una forma de disuasión para contrarrestar el daño causado por la explosión de información ilimitada. Éste será el mayor accidente del futuro, el que viene detrás de la sucesión de accidentes que fue específica de la era industrial. (Así mientras barcos, trenes, aviones o plantas nucleares fueron inventadas, naufragios, descarrilamientos, accidentes de aviación y el desastre de Chernobyl también fueron inventados al mismo tiempo...) Después de la globalización de las comunicaciones se debería esperar un tipo generalizado de accidente, sería algo como lo que Epicuro llamó el "accidente de accidentes" (y Saddam Husseim seguramente llamaría la "madre de todos los accidentes"). El colapso de la bolsa es una mera figura de ello sin importancia. Nadie ha visto este accidente generalizado todavía. Pero vigila si oyes hablar sobre la "burbuja financiera en la economía": una metáfora muy significativa es utilizada aquí y hace aparecer visiones de algún tipo de nube recordándonos algunas otras nubes tan espantosas como las de Chernobyl...Cuando uno se cuestiona sobre los riesgos de accidentes en las autopistas de la información la finalidad no es la información en sí misma sino la absoluta velocidad de los datos electrónicos. El problema aquí es la interactividad. La ciencia de los ordenadores no es el problema, sino la comunicación por ordenadores, o más bien el (todavía no completamente conocido) potencial de la comunicación por ordenadores. En los USA, el Pentágono (origen de internet) está incluso hablando en términos de una "revolución de lo militar" junto con una "guerra de conocimiento", que podría sustituir a la guerra de cerco, de la cual Sarajevo es un trágico recordatorio. Cuando Eisenhower dejó la Casa Blanca en 1961 apellidó el complejo militar - industrial "como una amenaza contra la democracia". Sabía de lo que estaba hablando, ya que él ayudó a construirlo en primer lugar. Pero llega 1995, momento en el que el complejo militar informático está tomando forma con algunos líderes políticos americanos, más notablemente con Russ Perot y Newt Gingrich, que hablan sobre la "democracia virtual" [3] en un espíritu con reminiscencias del misticismo fundamentalista, ¿cómo no alarmarse?. ¿Cómo no ver las outlines de la cibernética convertidas en una política social? El narcocapitalismo del wired world, el poder sugestivo de las tecnologías virtuales no tiene paralelo. Al lado del ilícito narco-capitalismo basado en drogas, que está actualmente desestabilizando la economía mundial, se está construyendo rápidamente una narco-economía de comunicación por ordenadores. La cuestión sería si los paises desarrollados no están jugando con tecnologías virtuales para devolver la pelota a los países subdesarrollados que están, especialmente en Latinoamérica, viviendo de la producción ilícita de drogas químicas. Cuando uno observa cuánto esfuerzo de investigación en tecnologías avanzadas se ha canalizado en el campo del ocio (videojuegos, gafas de realidad virtual, etc...). ¿Debería este potencial, sometido e instantáneo, que está siendo desencadenado por estas nuevas técnicas en las poblaciones, permanecer oculto?. Algo está flotando entre nosotros que parece un "ciberculto". Debemos saber que las nuevas tecnologías de conocimiento sólo promoverían la democracia si, y solamente si, nos oponemos desde el principio a la caricatura de la sociedad global que es tramada para nosotros desde las grandes empresas multinacionales lanzándose a sí mismas, en una marcha peligrosa, a las autopistas de la información.;
Este artículo apareció en "Le monde diplomatique" en Agosto de 1995.
1. "Le temps unique", en francés. Esta es una referencia a la ahora casi paradigmática editorial "La perseè unique" de Ignacio Ramonet, en Le Monde Diplomatique, Enero de 1995.
2. El sistema de bloqueo automático consiste en separar una red de ferrocarril en segmentos, cada uno protegido por una señal de acceso. Un tren recorriendo un segmento automáticamente lo cierra (mientras al segmento previo sólo se puede acceder con una reducida velocidad). Este sistema permite a una hilera de trenes correr a alta velocidad dentro de una distancia controlada ( dos bloqueos por ejemplo, típicamente, 3 1/2 millas entre cada uno). Este sistema no puede prevenir totalmente colisiones frontales, y es por lo tanto utilizado mejor en redes ferroviarias de varias vías.